El Sabor Amargo del Engaño
abía ni una sola foto de ellos juntos. Ni un solo objeto personal de él que no fuera parte del disfraz.
un hogar. Fue una estación de
adrino", forjados en Alemania, grabados con sus iniciales. Valían una fortuna, no solo en dinero, sino en valor sen
er. No podía d
ba casi vacío, solo quedaban algunos trabajadores limpiando. Su puesto estab
econoció a Carlos, un primo lejano de Mateo, un tipo vago
ntó Sofía, su voz sonando má
se giró, con una sonr
ió. La gallinita de los huevo
llos. ¿Dón
ios. "Mateo me dijo que podía venir a recoger lo que q
ndola de arriba a abajo. El olor a alcohol barato
arme," le advirtió,
acercándose más. "He oído que eres muy buena con las man
a reaccionar, Carlos la a
ame, i
il. Mateo ya se aburrió de t
su cintura, y fue entonces cuan
le habían dado una fuerza que Carlos no esperaba. Con un movimiento rápido y fluido, se zafó de sn grito de sor
llave que había aprendido en un curso de defensa personal que tomó años atrás. Le presionó
blando de adrenalina y furia. "Ahora dime dónde est
a contra el metal y luchando
el coche de Mateo..
, y logró girar la cabeza lo su
ntere de esto, te
te. Sabía que había metido la pata, pero también parecía saber