Deshonra y Redención
uelo, El Santo de Plata, una leyenda viviente de la lucha libre mexicana. Todo el que era alguien en la ciudad estaba aquí, brindando con tequila caro y comiendo mole poblano p
espalda todavía ancha como un ropero, me
erte. Pero esta niña tuya... p
tan perfectamente practica
ar aquí. Su nieto es el homb
ella. Decía que tenía "ojos de hambre". Justo cuando iba a responder, un silencio incómodo
e la sangre se me helaba. Allí estaba Pedro, mi entrenador de boxeo, parad
oltó mi
que hac
, no caminó, corrió. Se lanzó a sus brazos y lo besó. Lo besó frente a m
to. El único sonido era el jad
e la mano. Se giró para mirarme, con los ojos brilla
ieg
ó en el sile
esta! ¡No puedo seg
tenía una expresión de f
l! ¡Tiene un alma humilde, algo que
ntí cientos de ojos sobre mí, algunos con l
iscurso, cada palab
, necesito verdad. No necesito una vida de lujos vacíos. Pedro me ha liberado. Me
mo si estuviera de acuerdo con
ser comprensiva pero que goteaba arrogancia. "El corazó
ués de haberme traicionado, y a sermonearme sobre el "amor verdadero". La ira com
o quien reac
graci
orprendente para un hombre de ochenta años, apartando a los invitados como si fuera
fiesta! ¡Vienen a d
rorizado a rudos y técnicos por igual dur
alma humilde cuando te la arranq
dose ligeramente detrás de Sofía. Ella, en un acto
tocarlo! ¡Esto es
o, un sonido se
Pero este," dijo señalando a Pedro con la botella, "
ación se salía de control
emos nada que hacer aquí,
mo si fueran los héroes de una película romántica. P
gún día lo ent
de juicios y burlas silenciosas. Uno por uno, los i
Don Ramiro.
. Lamentamos que
o sentimo
nutos, el enorme jardín estaba casi vacío. Solo quedaba la familia, los
Dejó la botella sobre la mesa con un golpe seco. Me miró, y por pr
," dijo en voz baja. "
usurrando como si compartier
haremos un 'mal de ojo' tan fuerte que desearán
la promesa de una retribución bí
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