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Papá de Espíritu Me Protege

Capítulo 1 

Palabras:1107    |    Actualizado en: 01/07/2025

sposa, Doña Elena. La mujer, de pie junto a la ventana, miraba hacia afuera con una frialdad que helaba más que el aire de la noche, su figura imponente contrastaba con la fragilidad de Juan. El méd

on Ricardo, un hombre que, según decían, agoniza

a la habitación, sus pequeños ojos llenos de p

, tocando la ma

r, pero solo logró

i niño, solo u

do frente a él, y en su pequeño corazón, una desesperación inmensa comenzó

," suplicó con la voz rota por

na y la posó en su hijo, sus ojos no mo

, "tu padre está haciendo lo que debe, está c

a morir! ¡Mam

bitación, "Vuelve con tu padre y no hagas más escá

ía ser más importante que su propio padre. Volvió al lado de la cama, las lágrimas corrían por sus mejillas sin control.

u madre, esta vez arrodillá

uieras, llama al médico de nuevo, di

tó con un gesto br

recio absoluto, "tu padre es un charro, se supone que es fuer

ban. Miró a su padre, luego a su madre, y una idea desesperada cruzó su mente. Tal vez si no podía convencer a su madre, podría e

pequeña hebilla de plata de su cinturón, una réplica en miniatura de la que usaba su padre, un regalo que Juan le había dado e

Ricardo, el capataz, el hombre por el cual su padre estaba muriendo. No parecía enfermo en abso

uchachito?", preguntó Don Ricard

con una mezcla

," dijo, su vocecita temblaba pe

soltó una ca

rló, señalando hacia los establos, "Tu padre le está dando su sangre a un

gritó Pedrito, la frustración

olía a aguardiente, "tu padre es débil, siempre lo ha sido, ahora, si de verdad qui

miró, sin

que hacer?", pregun

cardo se ensanchó, v

saboreando cada palabra, "ladra para mí, Pedrito, ladra como el perrito q

de la habitación donde su padre agonizaba. El tiempo se agotaba. Cerró los ojos con fuerza, las lágrimas volvieron a bro

timero, un ladrido ahogado y p

ó Don Ricardo, disfru

ón que rasgó el silencio de la noche. Algunos sirvientes que pasaban por a

"actuando como un animal, con razón la patron

rro, no un hacendado," añadió otro, "por eso Doñ

él no se detuvo, siguió ladrando, humillándose, rogando con cada sonido animal por la vida de su padre

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