La Sustituta No Perdonará
opa de diseñador, los estantes llenos de zapatos y bolsos que costaban más de lo que su abuela ganó en toda su vida. Se detuvo frente a un joyero de cristal, dentro, sobre un cojín de terciopelo,
iel y lo dejó caer dentro. Era su vigésimo cumpleaños, y
temblor de su cuerpo no se lo permitía. La fiebre subía rápidamente. Justo cuando estaba por quedarse dormida, la puerta de
rdo me pidió que la llevara a
ofía, acurrucándose bajo las s
o Javier, su tono no admitía réplica.
, de seda roja, pero se sentía como una mortaja. Javier la condujo a un lujoso salón de eventos en un hotel del centro. La música era estridente, el air
ble. Fue entonces cuando escuchó las voces de los amigos de Ricar
ándola con la barbilla. "No está mal, pero no se compara con Is
lada a su puro. "Ya sabes cómo es él, nunca le ha gustado que lo dejen. Isabella se fue, y
lla regresó?", preguntó un tercero. "No pue
shacerse de ella. Fue útil, pero su tiempo se acabó. E
peón en un juego retorcido para provocar a Isabella. Todo el amor, toda la ternura, no era más que una actuació
, seguido de cerca por Isabella, quien se aferraba a su brazo con una s
que ahora sonaba como una burla cruel. Le acomodó un mechón d
, a un manipulador. No dijo nada, no discutió, no lloró. Simplemente
ó con una voz neutra,
de Sofía. Estaba acostumbrado a su calidez, a su sonrisa fácil. Esta quietud, esta frialdad, era nueva y no le gustaba. Pero antes de que