sayuno: el hermano de mi padre vendrí
a misma tarde -me dijo pap
ecie de figura misteriosa en la familia, alguien que viajaba mucho por trab
ando platos especiales. Yo la ayudé a regañadientes, distraída por mis propios pensa
u abuela -me ordenó mamá-. Tu tío es un hombre
amente? -pregunté mien
me respondió ella vagamente
erta mientras mamá me apresuraba a ponerme recta y sonreír. Es
oscuros y penetrantes. Me miraron directam
gro como mi padre. Llevaba una camisa blanca impecable y unos pa
arlo: mi tío, Samuel, a pesar de que ya tenía cuarenta
a -dijo él con una v
una afirmación. Como si me
ó papá, orgulloso-. Acaba
contacto me provocó un escalofrío qu
han dicho -me dijo y sonrió levemente
pondí automáticament
tes -me contestó él, y hubo algo en su tono que me h
a, a la comunidad y a viejos conocidos. Mis padres hablaban animadamente, pero yo apenas
e preguntó de repente, int
res se
dre-. Alma es una buena chica. Se con
e miró f
mbién tienen deseos -
yo ya había enrojecido hasta las orejas. ¿
y mis padres accedieron sin dudar, confiando plenament
ce que eres muy
e respondí sin mi
o más, tanto que pu
as noches, Alma
, t
después
r un instante. Sus ojos
, sí, tío
a, más íntima-. La oración es importante, pero también lo es l
ue ligero, casi paternal, pero que ca
estoy -me susurró-. A veces es mejor confiar
ncapaz de
ron mi cuerpo de arriba abajo. Fue algo rápido, casi impercepti
o daba vueltas en mi cabeza sin parar. La fantasía que había creado en la du
te. Fui a la cocina en busca de un vaso de agua. Sin embargo, al abrir el refri
ta con cuidado. Me quité la ropa bajo las sábanas y acaricié
que iba a hacer era un pecado aún
erme. En realidad,
ito, humedeciéndolo. Cerré los ojos e imaginé las manos de Sam
é que me decía-.
e abría y cómo me llenaba más de lo que nunca había experime
í, tapándome la b
ordenó la voz de S
acer que me hizo arquear la espalda. Pero no podía seg
me sujetaba por las muñ
me decía-. Una buena ch
ápido en mi entradita, mientras mi otra mano frotaba mi clítoris, el
ciones mezcladas con obscenidades en mi oído, diciéndo
gué en voz baj
mí -me ordenó
lmohada para no gritar. Mi cuerpo se sacudió violentamente
con el pepino aún entre mis piernas. Lentamente, lo ret
antaseado con mi tío, con el hermano
no hacer ruido. Lavé el pepino y lo envolví en papel
n, pero las palabras sonaban huecas. No
oñito, no realmente. Y la simple idea de que en algún momento un miemb
: Samuel mirándome a través de la mesa, como si supiera exactam
i podía leer mis pen
ó antes de encont