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Capítulo 3 La voz de Samuel

Palabras:1315    |    Actualizado en: 28/06/2025

sayuno: el hermano de mi padre vendrí

a misma tarde -me dijo pap

ecie de figura misteriosa en la familia, alguien que viajaba mucho por trab

ando platos especiales. Yo la ayudé a regañadientes, distraída por mis propios pensa

u abuela -me ordenó mamá-. Tu tío es un hombre

amente? -pregunté mien

me respondió ella vagamente

erta mientras mamá me apresuraba a ponerme recta y sonreír. Es

oscuros y penetrantes. Me miraron directam

gro como mi padre. Llevaba una camisa blanca impecable y unos pa

arlo: mi tío, Samuel, a pesar de que ya tenía cuarenta

a -dijo él con una v

una afirmación. Como si me

ó papá, orgulloso-. Acaba

contacto me provocó un escalofrío qu

han dicho -me dijo y sonrió levemente

pondí automáticament

tes -me contestó él, y hubo algo en su tono que me h

a, a la comunidad y a viejos conocidos. Mis padres hablaban animadamente, pero yo apenas

e preguntó de repente, int

res se

dre-. Alma es una buena chica. Se con

e miró f

mbién tienen deseos -

yo ya había enrojecido hasta las orejas. ¿

y mis padres accedieron sin dudar, confiando plenament

ce que eres muy

e respondí sin mi

o más, tanto que pu

as noches, Alma

, t

después

r un instante. Sus ojos

, sí, tío

a, más íntima-. La oración es importante, pero también lo es l

ue ligero, casi paternal, pero que ca

estoy -me susurró-. A veces es mejor confiar

ncapaz de

ron mi cuerpo de arriba abajo. Fue algo rápido, casi impercepti

o daba vueltas en mi cabeza sin parar. La fantasía que había creado en la du

te. Fui a la cocina en busca de un vaso de agua. Sin embargo, al abrir el refri

ta con cuidado. Me quité la ropa bajo las sábanas y acaricié

que iba a hacer era un pecado aún

erme. En realidad,

ito, humedeciéndolo. Cerré los ojos e imaginé las manos de Sam

é que me decía-.

e abría y cómo me llenaba más de lo que nunca había experime

í, tapándome la b

ordenó la voz de S

acer que me hizo arquear la espalda. Pero no podía seg

me sujetaba por las muñ

me decía-. Una buena ch

ápido en mi entradita, mientras mi otra mano frotaba mi clítoris, el

ciones mezcladas con obscenidades en mi oído, diciéndo

gué en voz baj

mí -me ordenó

lmohada para no gritar. Mi cuerpo se sacudió violentamente

con el pepino aún entre mis piernas. Lentamente, lo ret

antaseado con mi tío, con el hermano

no hacer ruido. Lavé el pepino y lo envolví en papel

n, pero las palabras sonaban huecas. No

oñito, no realmente. Y la simple idea de que en algún momento un miemb

: Samuel mirándome a través de la mesa, como si supiera exactam

i podía leer mis pen

ó antes de encont

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