Amor despreciado de Bailaora
tes fueron una t
seguró de qu
iadas me entregaba su telé
do la barriga de Is
e de comer a su
onriendo, como una fa
se convirtió en un entumecimiento frío. Miraba l
bata de seda que Alejandro me había regalado.
preguntó, con u
llí estaba mi cr
reía muerta, vo
ije, con la
. "Pero tendrás qu
rándola, si
e rodillas y pídeme perdón por
o esa cruz era lo único que me quedaba de
, doblé la
o estab
rré, sin poder mi
el suelo con la frente.
baldosas heladas. Sentí que
hé su
. Aquí la
za, con un atis
o, aplastando los restos de la crurotos al suelo, jus
o con fals
instante, la
, Doña Elvira
s manos a la cara y
! ¡Y a mi bebé! ¡Me e
en una esquina. "¡Dijo que si no le d
é, poniéndome en pie d
no esperó a
impactó en mi mejilla. El golpe
sangre ll
"¡Cómo te atreves a
la escena con s
No manches tus man
atio. Que reciba veinte latigazos.
me agarraron
Mis ojos le suplicaban. "Sálvam
ha en su interior. Un
s, apartó
A cualquier p
s labios. ¿Qué esperaba? ¿Que el co
ataron las manos a un pos
se acercó c
ncó un grito. El cuero me
quiero a ti". La voz de Ale
zo. El dolor e
por ti, Sofía". Otro r
r lat
ar
in
e convertía en cenizas. Cada latigazo bo
lor era un océano rojo
e todo se volviera negro fue
iviera, una parte de mí h