La Heredera Oculta
obre Fausto Ren
madre, cada día era un peldaño calculado en una escalera invisible. Cada decisión, cada apren
s eran sus templos. Los periódicos viejos, sus evangelios. Los libros de economía, derecho y psicología eran sus mejores aliados.
e fusiones empresariales-. Necesito aprender lo que nadie enseña. Cómo piensan los pode
se mantenía cerca sin hacer demasiadas preguntas. Había visto demasiadas cosas en su vida como para
to Renier. No como padre, no como hombre, sino como
s colegios del extranjero, graduado con honores en Administración de Empresas en Suiza, y fundador de Renier Corp, un conglomerado
a algo casi mitológico en torno a él. Sus ojos grises, su porte impecable, su rostro inexpresivo. Un hombre sin escándalos, sin esposas visibles, sin amigos íntimos, sin familia en portada. El úni
ridad que Fausto exudaba en cada gesto. Pero mientras el padre parecía una roca indestructible, Matías parecía aún humano. Hab
donde Matías inauguraba un hospital infantil con una expresión seria y s
ió qué filiales manejaban los negocios más sucios: una constructora vinculada a sobreprecios, una empresa de logística sospechada de
pedidos, con antiguos socios arruinados, con periodistas que una vez intentaron exponer a Fausto y terminaron silenciados, despedidos o hundidos
gras que escondía bajo su colchón-. No amenaza. No grita.
rse frente a él y exigirle cuentas. Él ni siquiera la reconocería. Tenía que infiltrarse. Ga
una partida de nacimiento con otro apellido, un certificado de secundaria, una identificación nueva. Se convirtió en Inés Morales, estudiante con honores, huérfana con historia triste, hum
santía en alguna de las filiales de Renier Corp. Y desde ahí, escestructuras empresariales, por la éti
mpresaria? -le
de su cuaderno-. Quiero entender cómo se
, qué decisiones tomaba el consejo directivo de su grupo, qué conflictos tenía con el gobierno, qué empresas absorbía.
aba todo. Construyó un mapa
ista para un puesto administrativo en una de las empresas más pequeñas del gru
y acero por primera vez, su corazón pal
terreno d
ado para plantar
me quitaron -murmuró para sí,
o la verdadera