Hilos del Destino
preguntaba, no re
s, encerrado en su habitación o vagando por los pasillos. Era como si quisiera hacers
o podía forzar nada. A los niños rotos no se les en
on una sonrisa amable, aunque por den
s días
estaba. Sentado en la cama, con la mirad
e lea algo ante
con la
e sentó en el borde de la cama, dej
lir al jardín. Plantar algo. A la
abía una chispa diminuta en
no pres
o. Observaba sin intervenir. No sabía cómo ser
lidades. Pero ahora Leo vivía en su casa, y aunque no entendía por qué lo había hecho,
vacío que el niño parec
Celine lo encontró en el invernadero, dib
edo
o giró el dibu
ueña, con humo saliendo de la chimenea y flores en las ventanas
tuya? -pregunt
asin
el
bajó l
e acu
e q
ló la mujer sin rostro-. Per
a garganta. Sus dedos se t
ext
asin
, aunque sentía que algo
eto que ahora
. No fue una sonrisa, pero casi. Un leve brillo, una pausa dist
sentada a la mesa, con Leo dormido en su regazo. El niño tenía los dedos
su habitación. Estaba
d de paso. La imagen
fingida. Y Leo... parecía en paz. Por primera vez desde que lo encontró
egundos en silencio-. Los ojos de L
vantó l
los
mbar con destellos verdes. Casi dorado
por un instante. No fue sorpresa. Fue a
ix -dijo finalmente, sin durez
i una mentira directa. Era u
ue las personas detrás de aquello no eran corrientes. Gente poderosa, gente
na conexión visceral, casi instintiva. Como si una
No podí
uise incomoda
Solo... supongo q
más. Ambos guardaron silencio
n naturalidad. Sus pasos eran ligeros, como si no quis
mirada hasta que desap
izás, no todo fuera casualidad. Pero tam