EL GUARDAESPALDAS Y LA TESTIGO PROTEGIDA
que Elena sintió que le costaba respirar. Miller, percibiend
ndremos al día sobre el protocolo de seguridad. Señorit
esataba en su interior, se giró para seguir a Miller. La bolsa de lona se de
lena sintió la necesidad imperiosa de hablar, de rompe
erte de lo que pretendía, c
ió de espaldas a ella, su postura rígida, una silueta inquebr
s, mí
us ojos, antes llenos de una chispa que la había cautivado, ahora
jo, la voz sin inflexiones, sin un rastro d
e dolor. El rechazo era ta
a de una mezcla de ira y tristeza -Sé qu
un momento, Elena creyó ver una sombra de algo, un parpade
, es irrelevante ahora -dijo, cada palabra un golp
su indiferencia -¿Después de todo? ¿Desp
gesto apenas perceptible. Cuando los abri
ida de usted está en juego. Cada minuto que perdamos en dis
untó Elena, su voz elevándose. La frustración la cons
roximidad, a pesar de la frialdad,
no cambiarán nada. Lo único que importa
evió a desafiarlo, sus ojos fijos en los suyos -Te ha
andíbula de Lucas, pero su
o preguntas. Cumplo órdenes
que te amaba? ¿La que creyó
que una fisura se abriría en su armadura. Pero él simplemente desvió la m
do al tono de guardaespaldas -No podemos permitirnos distraccione
pondió Elena, la voz ahogada
e dio la vuelta, d
trabajo,
oz, fría y distante, era un recordatorio brutal de la transformación que había sufrido. Se había convertido en un m
ando con Miller sobre la seguridad perimetral. Era un extraño, sí, pero un extraño qu
. Lucas estaba allí. Era real. Pero la distancia entre ellos era inmensa, construida ladrillo a ladrillo con los años de silencio y la oscuridad en la que