EL GUARDAESPALDAS Y LA TESTIGO PROTEGIDA
igura se movía con una familiaridad inquietante, cada paso mesurado, cada giro de cabeza una danza conocida. A pesar de la d
Quería negarlo, rechazar la posibilidad, pero
lena sabía que no podía verla con claridad desde esa distancia. Aun así, el gesto fue suficiente para enviarle un escalofrío por la
s ojos, intentando discernir el objeto. Era una pequeña bolsa de lona oscura, compacta y sin pretensiones. La forma en
slizó ligeramente, revelando un perfil. Una mandíbula fuerte, un mentón decidido... y lueg
ro, una dureza que no había existido antes, pero era Lucas. El mismo hombre al que había amado con to
el hombre más capaz que conocía. Pero también rabia, confusión,
aer en el sofá, las manos cubriendo su rostro, intentando regular su respiración. Las imágenes de Lucas se superponían en su mente: el joven
a puerta. Un sonido ag
na -dijo la voz del agente Miller a tra
ena sintió un escalofrío. La puerta principal se abrió con un clic sordo, y luego los pasos de dos hombres se ac
aunque sabía que era inútil. Él la vería, la vería tal como era ahora: una testigo asustada, vul
de silencio tenso. Elena sintió que el tiempo se ralentizaba, cada segundo una et
fundos y oscuros, se encontraron con los de Elena. No había sorpresa en su mirada, solo una fría determinación, como si ya supiera que ella lo r
ofundo de su ser. Era como si un rayo la hubiera golpeado, revivie
oz rompiendo la tensión -le presento al Sr. Lom
en ella, un abismo insondable. Elena sintió que el aire s
forzada, casi un susurro. Extendió una
mó. Su silencio era una barrera, una confirmación de que el hom
de la calidez que alguna vez había conocido. Era la voz de un extraño, de un profesional si
los separaba. Era un negocio. Un mero encargo. Nada más. Pero en sus ojos, por un