Prohibido Llamarlo Amor
s entraba, más cansada de lo que aparentaba. El viaje había sido un escape conveniente, una excusa para alejarse, para no tener que mirar lo
li
uiera. Camila no lo soportaba. O eso se repetía constantemente. Porque más allá del rechazo, había algo en él que la descolocaba. Algo en
a mesa de la entrada. T
ca
o y caminó con sigilo. Había aprendido a no confiar en los momentos de apar
udo mo
zos extendidos hacia el respaldo. Su cuerpo maduro se arqueaba con una
ente d
e la cintura de Verónica. La otra descendía, guiándose con lentitud. Su cuerpo era una escultura en movimiento.
a par
no se
o. Tensa. Incóm
ando él giró el
te, ninguno de
o la miró con intensidad, como si supi
nza. Fue rabia. Y algo más oscuro, más confuso, que le q
..? ¡C
no dijo nada. Siguió observándola mientras e
a se había pren
él siguiera robando la
que no era el hombre
jugar suci
, su mirada clavada en la ventana como si algo fuera a explotar en el jardín. No podía dejar de verlo. A Julián. Su espalda. Su cuerpo. La forma en la
? -dijo una vo
a
ería que sintiera su desprecio,
a a un torso atlético que parecía tallado con precisión. Su barb
cruzando los brazos, mantenie
o -murmuró él con esa sonrisa
cir nada, y dejó que el sile
ortando la distancia, y sus
haga feliz? -pregunt
y desvió la mirada, p
cir nada? -in
y se retiró unos pasos, dejando cla
acabara de ganar u
mostrarme al
a
que pesaba más
e, como un juego en el que las reg
dentro. No era solo rabia ni frustración; era una mezcla peligrosa de poder e impulso que le quemaba la piel. Estaba segur
dos y hermosos se alzaban con naturalidad, perfectamente proporcionados, y sus nalgas firmes, resultado de horas en el g
rovocativo, pero sí insinuante, justo lo que quería. Que Jul
madre estaba en la cocina, distraída con la cena, y Julián senta
os en su espalda. Se sentó en el comedor y cruzó las piernas lentamente. Luego las descruzó,
agua y permitía que una gota rodara por su labio inferior. Se limpiaba la boca con una servilleta sin prisa. De vez e
ndo a propósito que el vestido se alzara un poco, mostrando la curva perfecta de sus nalgas firmes. No era una provo
asó junto a él, dejando que su pe
ila -dijo él con
eramente el rostro como si lo hu
nto en una partida mucho más peligrosa de lo que había pensado. Porque au
abrirle los o
lián la desea
que él no tardaría