Prohibido Llamarlo Amor
inado en el sofá, repasando unos documentos de trabajo, pero apenas podía concentrarse. Cada tanto alzaba la mirada buscando en la puerta de
. Llevaba un top corto que dejaba al descubierto su vientre tonificado y un pantalón ceñido que delineaba la firmeza de sus ca
eguntó él, aunque su voz sonó
ldo del sillón, obligándolo a levantar la vista. Sus pechos redo
on una voz suave-. Me pregun
que jugaba con las palabras, lo ponía en guardia. Intentó reincorporarse,
nto -murmuró-. E
lavando sus ojos col
que podrías contárselo a mi m
ón, era precisamente aquello que él había barajado en su mente: ¿confesar o callar? Él cerró los ojo
enfrentarse a Camila. Sus altísimos tacones añadían centímetros a su es
en él. La sola idea de verla sufrir esa presión le dolía. Sabía que Camila había iniciado ese juego por rabia y por esa chispa oscura de
diendo la cabeza-. No
ndo los brazos para contener ese impulso de acerc
ción? -preguntó-. ¿O miedo a
a una jarra de agua. Sirvió un vaso con manos temblorosas y dio un sorbo
e en esa posición. No quiero que mi sincerid
nas moviéndose, como si reflexio
mirada como si hubiera encontrado lo que buscaba. Se acercó de nue
gerla. -Su voz vibró suave contra su
de la pregunta. Giró el rostro para mirarla, y
ió con firmeza-. Pero esto..
al otro, observándose como si en sus pup
de su oreja, dejando su cuello al descubierto. Julián percibió el aroma de
ando la voz hasta casi un susurro-.
ervó alejarse, con el vaso aún en la mano, consciente de que, sin palabras, habían sellado un acuerdo tácito: Camila
la. Porque el juego que estaba en marcha ya no era solo un desafío de miradas o palabras veladas: era una partida en l
n la sala. Julián estaba en el estudio, intentando concentrarse en los informes que debía entreg
alabras y sobre todo, de esa mirada fija
de ahí salió Camila con una bata ligera apenas atada, dejando entrever el contorno de su figura atlética. La
Intentó mantener la calma, pero el puls
eguntó ella, acerc
traicionaba la tensión que sentía
scasos centímetros. Su aliento rozó su rostro y él p
nervioso
tió un escalofrío recorrer su espalda. Su piel respondió de inmediato a
con una delicadeza provocativa. Él no supo si debía apartarla o dej
en ese instante, el silencio fue m
usurró Camila, la voz quebrada por
, atrapado en la tormenta de emocio
a sonrisa peque
te del juego -dijo-. Solo que a
vidad, pero con firmeza. Necesitaba man
o-. No así. No
a, como si no comprendie
os entre los dos -propuso-. Pero no p
ese "juego" tenía muchas más implicac
tras de sí un rastro de perfume y misterio. Julián quedó paralizado, sintiendo que el
enas comenzaba, y que r
a que, si cedía,