Una Novia Rendida del CEO
ítu
su oficina, Junior ya lo confrontaba en el vestíbulo, atormentándolo con problemas legales que necesitaba resolver. Sin embargo, por muy importantes que fueran es
eran extraordinariamente hermosas. Muchas de ellas dejaban sin aliento a los empleados, quienes intentaban, la mayoría de las veces, disimular su
z en su vida, de la madre de su hijo, Daniel. «Que Dios la guarde en su gloria», pensó brevemente. Desde ent
por completo. Le hizo perder toda la estabilidad que había cultivado a lo largo de los años, y lo
ctamente junto a su secretaria sin saludarla. Alice, una mujer impecab
aba por ser persistente, pero al mismo tiempo, por no sofocarlo con ese interés. Sin embargo, por muy
voz de Alice lo d
rtas, todos meticulosamente organizados, pero aun así intimidantes. Max sabía que estaría ocupado con esto todo el día, sin mencionar l
e pidió para la reunión de
r mucho que intentara concentrarse en su trabajo, su mente volvía a la joven pelirroja. Ella lo desquiciaba de u
? -preguntó Alice, ahora con un
e lo que pretendía. Sabía que se estaba m
golpe, con la mirada fija en la puerta. Alice l
to", dijo, saliendo rápidamente de la
ón latirle con fuerza, como si estuviera a punto de hacer algo prohibido. Y, en cierto modo, lo estaba. El M
en el interior, una melodía envolvente que encajaba a la perfección con el ambiente. Respiró h
ordinadora que estaba cerca, en un tono que no dejaba lugar a preguntas: "¿Cómo se llama?". La coordinadora, sin saber qué pasaba por la cabeza de la poderosa directora ejecutiva, respondió de inmediato: "Natasha. Natasha Miller, señor". Maximilian Colt sintió un escalofrío. Natasha. Ahora tenía un nombre para la mujer que lo había dejado completamente desconcertado. Y supo, con una certeza inquietante, que este no sería el último encuentro entre ambos. Natasha Miller. El nombre resonó en la mente de Max como una melodía peligrosa, una que sabía que no podría quitarse de la cabeza pronto. Observó cada uno de sus movimientos mientras se preparaba para abandonar la pasarela. La seguridad con la que se pavoneaba ahora se extendía más allá del escenario, y supo que estaba observando a una mujer que dominaba el ambiente que la rodeaba. Cuando Natasha terminó su espectáculo, cogió una toalla cercana, se secó con suavidad el sudor del cuello y se preparó para salir de la habitación. Max, paralizado en su sitio, sintió que su cuerpo reaccionaba involuntariamente a
parte de él ni si