La Reina de Egipto
ciones doradas que narraban victorias pasadas. Estatuas de Horus, Isis y Osiris vigilaban el recinto con ojos de piedra i
ie de una escalinata corta. Vestía un pectoral de oro que brillaba sobre su pecho bronce
solemnidad, y el sonido de los sistros
de oro trenzado. Sus cabellos, oscuros y cuidadosamente dispuestos en trenzas recogidas, caían como hilos de obsidiana sobre sus hombros. Sus ojos br
a, medida. Cuando levantó la vista, sus labios formaron
ura- es un honor estar ante tu presencia. Soy Valeria, hija de Roma, env
iosa. Y en sus ojos, brillab
recerró
as palabras, que le resultó... irritante. Sonaban vacías. Como si fuera una actriz repitiendo un libreto. ¿Er
tesía impecable-. El Nilo te recibe con los bra
se, en apariencia elegante, tenía filo. Va
con la misma atención con la que su
lo que aparentan sus años. Está curtido por el sol. Tiene fuerza en la
enseñado a sus hijas nobles que en la guerra del poder, muchas veces el arma más efect
d de la que dejaba ver. Algo en su postura, en el leve movimiento de su cabeza al observar los sí
esta tierra? -preguntó,
ndió con humildad calculada-. Pero deseo apren
trono, dejando que la luz del
ado, Valeria. Piden verd
a sonrisa tenue. Internament
. *Pero los juegos int
do al otro sin tocarse, como dos piezas en un t
o, un halcón cruzó el cielo. Qui