Casada por Contrato con el CEO Mafioso
o una criminal cualquiera. Lo merecía. En el fondo, sabía que todo esto era lo que merecía, incluso la
te a un escritorio de madera, donde un policía comenzó a interrogarme. Curiosamente, lo sabía todo. No necesitaba decirle nada. Él no preguntó, sol
iones de otras cámaras de seguridad, las que nos mostraban entrando al edificio, pero no las
o sé", dije con indiferencia. No podía mentirles mucho, no servía de
ibres? –pregunté, observando al ofi
multa, pero si confiesas, ellos no
ía si estaba haciendo lo correcto, pero lo que est
i sin pensarlo. –Robé la joya. Usé
me miró c
e está l
bablemente la perdí –respondí con una
el oficial, golpea
ía si ya confesé? No recuerdo na
las celdas para ver si
o, era poco acogedor. Mi compañera de celda, una mujer con una mirada peligrosa, me observaba fijamente. Su rostro estaba marcado por cicatrices, y sus brazos
mismo abogado que me acusó de ladrona apareció, escol
n mi miseria? –pregunté, mi
úpida –respondió y bufé en respuesta a su ofensa–. No puedo creer que
enen escrúpulos ni códigos. Para n
e los metería a todos en este lío. Así que sus "cód
a culpa me carcomía. Ray nos había traiciona
ar a mi esposa, Anel Knight, pero Anel Cross puede pudrirse aquí para siempre. Y, si no cumple, puedo ha
ando los barrotes con furia. La ira me
de ella –dijo señalando a mi compañera de celda, cuyo aspecto demacrado me hacía querer sali
llo, atándome a normas y compromisos absurdos. Pero la prisión, estar rodeada de criminales, perder mi libertad... eso era aún peor. Entre dos infiernos,
ie más era culpable. Ni siquiera Damon, que trataba de sacar ventaja. Aceptar estar con él no sería una realidad, sería solo mi car
cepto el acuerdo. Seré la esposa q
decisión correcta –re
mi liberación inmediata. Cuando pensé que podría irme a casa, me llevé una so
compañada por el anciano. Al in
lar contigo –dijo mientras
el teléfono a mi oí
es? –pregun
dijo, burlándose con su característico acento britán
dejado muchas, bastardo –re
prendió–. Mi esposa de
sposa –le co
tu manera de ser. Por eso no volverás a tu casa mugri
puedes pro
e llevaré a mi casa, donde vivirás bajo mi supervi
ber que parecía
o –susurré, c
es siquiera en el divorcio, te dejo claro que pagué una fianza con unos pocos miles de dólares para sacarte de la prisión. Si intentas algo, deberás pa
l fuerza que temí que el teléfono se rompiera–. Deja
do lo que necesito. Eres y serás mi esposa. No tienes
Algo en ese hombre no era normal. Su comportamiento rayaba en la demencia. Era demasiado oscuro