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CEO extraordinário

Capítulo 5 Esperando problemas

Palabras:1289    |    Actualizado en: 19/03/2025

s que no tiene derecho a hacerlo. Una lágrima solitaria se desliza por mi mejilla mientras miro hacia el techo como si fuera un salvavidas. Su teléfono comienza a sonar y el sonido me devuelve a la

don en la espalda. Nos mira a través del parabrisas como si fuéramos munición real a punto de explotar. Reconozco vagamente al hombre de interacciones anteriores con el club. Levi... creo que ese es su nombre. Esperamos mientras él abre la puerta y luego Lucas pasa junto a ella, estacionándose en un lugar vacío en el área. Cuando apaga el motor, se gira hacia mí. - ¿Estás listo? -Sí. Ambos salimos del auto y caminamos hacia Levi, que nos está esperando en la acera. -Estábamos esperando a Anthony -dice. Le dedico una leve sonrisa. Nuestro padre nunca se ensucia las manos. La idea de tenerlo en el campo es ridícula. -Somos lo que tienes. A Levi no parece impresionarle esto, a juzgar por la tensión en su mandíbula. -El Rav te recibirá inmediatamente -dice. Rav siendo Ravage – su presidente. Lucas y yo lo seguimos hasta el edificio. Está un poco cansado en los bordes, pero la decoración tampoco parece una guarida criminal. Tiene un ambiente hogareño que no esperaba. Nos llevan a una zona de bar. Hay mesas esparcidas por la habitación, una combinación desigual de muebles. La mayoría están ocupados por miembros del club, así como por mujeres y niños. A pesar de ello, hay un silencio que parece anormal. El aire es pesado. Incierto. Perturbado. Esto pone todos mis sentidos en alerta mientras sigo a Levi, quien nos conduce a una habitación al lado del bar donde hay una mesa larga y varios miembros del club están sentados alrededor de ella. Reconozco a la mayoría de ellos de mi encuentro con Richardson. Incluyendo Titch. No ha cambiado mucho a lo largo de los años. Su cabello negro todavía es corto y no tiene nada más que un indicio de barba incipiente en su mandíbula. Él me mira con sospecha, lo cual me irrita. Estos cabrones nos llamaron aquí, no al revés. Los hombres se mueven para hacernos lugar en la mesa y nos ofrecen dos asientos libres. Hay un aire de amenaza que los rodea, pero no son los únicos que son peligrosos. Lucas y yo no somos precisamente santos. Mi hermano lo mató y yo también, y ambos dormimos tranquilos por la noche. No siento su sangre en mis manos, ni considero importantes las vidas de aquellos que asesiné. Eran solo negocios, como todo lo demás en mi vida. No soy una buena persona,

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