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Querido señor Müller

Capítulo 6 En la oficina parte tres

Palabras:1437    |    Actualizado en: 14/03/2021

cedía c

staba de

xión… El amor y el pacer iban de la mano. Pero en mi vida, no lograba obtener placer por medio de l

enos, había logrado calmar mi sedienta sed, pero ahora el sentim

un Celsius, con un pequeño pastelito simple, acomodado al lado del escritorio y al lado izquierdo los documentos importantes que debe revisar en orden de importancia.

l que Blaz, un chico flacucho y joven, era un poco torpe, pero aprovechaba cada oportunidad para hacerse notar frente al señor Hoffmann. Su trabajo consistía en ayudarme en el mío, r

de su café, seguidamente arrugó la nariz con desagrado y luego nos observó a los tres. Su secretaría parecía cansada y a

boca —lo siento, señor, lo pedí igual que siempre… Les e

el ego en alto. Consigo traía dos vasos de tamaño normal de Starbucks —sie

mi compañero le ofrecía, no lo bebió, pero tampoco

anza y exhalando todas mis preocu

debe presentarse a la reunión familiar, organizada por Herman, su primo,

r, yo jamás dejaría mi trabajo por algo tan irrelevante como una fiesta de cumpleaños, pero esa, es solo mi humilde opinión —dijo él con desprecio, cruzando su mirada tan solo unos segundos conmigo —pero bueno, el día de hoy —pasó rápidamente las hojas de su libr

irme a mi casa. Solo faltaban dos días para que mi hermoso cuerpo probara unas merecedoras vacaciones

pró los boletos de avión, reservó una habitación en el hotel y todo listo p

e trabajo, pero no podía hacerlo. Debía pagar la prestigiosa universidad de mi hijo, su apartamento y en unos meses el auto que él deseaba tener. Blaz, me miró

ro en seguida lo hago, usted y su esposa se h

tal

o entender todo lo que sucedía ¿mayor? — me adelanté a la situación y no es por ofender, pero sabía que eso sucedería. Compré dos boletos en primera clase a Francia, que e

El señor Hoffmann sorbió un poco de su café, acto seguido

nante, tal vez, Blaz tenga razón, el tren se te está yendo, es una lástima eras una de mis mejores trabaja

beza me hizo salir detrás él. Pensé por un momento que lo decía probablemente sería mentira, pero c

jefe — cuando vuelva no quiero verte aquí —las puert

te día se declaraba

oy muy sensible y controlarme resultaba todo un reto. Me dirigí a casa, las calles no estaban tan concurridas, aún

Subí la velocidad y auto negro me imitó, no lograba mirar de quien se trataba, pero el miedo me hacía titiritar y temer lo peor. El corazón me palpitaba veloz provocándome un sudor de

etrovisor, dos hombres con gafas

La policía lamentablemente era corrupta y el acercarme a una comisaría, podría significar mi muerte a manos de los homb

s vueltas a la manzana y cuando estuve segura de que los dejé lo suficientemente atrás estacioné mi automóvil, dejando

para gritar auxilio

auto acercarse peligrosamente. Tomé con fuerza el pomo, antes de percatarme del sobre de

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