TORCIDOS: enamorada del primo de mi novio
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fantasmas mero
se arrugara y me girara hacia él. Por prim
mendo con los mayores, pero conmigo se d
olestaban, a veces eran crueles. A pesar de su compor
e más que suficiente para recordar de sopetón aquella carita tersa y linda para que ahora, a comienzos del año 2016, mis oj
o se forma el carácter de un suje
hizo hablar como nunca antes, porque ahora era capaz de hacerlo, hablar y mucho más; hablar y estar allí de pie mirándome por los rabillos de sus ojos como si fuese posible no notarle. Entonces le preguntó a los primos con los que estaba reunido: "¿Qué hacen los fantasmas merodeando por aquí?" Justo cuando aparecí en la zona. ¿Qué significaba eso? ¿Yo era un fantasma? Me devané los
presentes, una energía amarga impidió que le diera mis saludos. Me dio rabia,
to, extra de buenmozo, limpio, guapo... divino, bello, apabullante de sensual. ¡Sensual! Portugal está llena de rostros y físicos hermosos, pero si me topaba por la c
anera en cómo miraba a sus familiares. Y ese día que nos vimos noté que no, no estaba para nada relajado. Se vislumbrab
allí, no me aguanté y
olo un
sus fotos todos los días. Vi algunas que se tomó frente a un espejo, otras sin camisa o logrando una hazaña en el gimnasio, haciendo un deporte
mado. Sentado, con los antebrazos sobre sus rodillas, sin camisa una vez más, con un pantalón corto ti
da intensa seguía merodeando sus facciones, eso no h
aparté la mirada cerran
e demasiada atención, que el "niño" solía ser así con todo el mundo. ¡Mentira! Lo más falso que le había oído decir a mi pareja. Esas actitudes, las cuales
asombro cambiaba dando paso a una de repugnancia o fastidio. Sopesé que mi forma de ser no le gustaba. La Delu Vaz de aquella época reía fuerte, siempre estaba apurada y nunca llegaba a ningún sitio. Decía cosas locas, vivía metida en un personaje, estudiaba guiones en voz alta, cantaba a cada rato, vestía de jeans, sandalias o botas, usaba suéteres todo el tiempo (o quizás alguna chaqueta de cuero para la temp
iaba de puesto frente a una mesa compartida. Me reí bastante al verle cruzar varias veces por la tangente cuando me acercaba a saludar a sus tíos, y
. Siguió pasando y pasando, así y así durante meses, todo el tiempo que sucedía Maël fue así de infantil, como si yo le hubiese hecho algo muy malo.
ba que Nikko supiera de aquello para que le desatara su pleito y todo terminara en sana paz, per