Amor a fuerza de resentimiento
cato
cultura. Es la propia vida quien exige de la lectura para abandonar la ignorancia. Quie
vivir ni un minut
maño grande y lo abrió sobre la cama. Vació las perchas, luego las gavetas de la cómoda. Ordenó la ropa y la introdujo sin prisa una a una, dentro del maletÃn. Lo cerró y encendió un cigarrillo. Reg
a parte? Digo, si se puede saber. -No tengo que rendirte cuenta
ntestó con
interés tú tienes con Mercy? No cr
le respondió,
lást
ncubina. Sus ojos pardos recorrieron el cuerpo delgado de Elsa, qued
sonreÃr
patiza tanto verla aquà -hizo una pausa-. A
o quiero discutir contigo, por favor. -No, no, ni y
maletÃn y desistió; un nom
r el quiosco a comer pizza -con remordimiento-. No tien
silla frente a Elsa. Ella l
etexto para ir
es. No creas, me dieron ganas de caerle a bofetada... En un final,
ra, Juan de Dios? -desconcert
-insistió-. ¡Te violó, Elsa, te violó! No respetó q
no recuerdas que ustedes dos eran uña y carn
erdo que se aprovechó que yo estaba preso -le dijo
mente de la silla sacando una cartera del bolsillo y la abrió extrayendo un fajo de billetes que lanzó sobre los muslos de Elsa. Guardó la cartera, mientras ella se inco
un tono rabioso-, ¿qué ya
hizo un ges
ndido. Entre tú y yo no
decisión tuya, de irte de la casa. En algo bueno no de
e fuiste a verme, llevando
profundo suspiro- Perdà parte de mi juventud es
. Para no cometer un error, y ser
do, hasta casi qued
so. Recógelo y échalo en la c
Dios o
r me
dejando a su espalda el gol