Perversidades del destino
hos los que no olviden años enteros de hambruna. La dicha de Carlos Lomas
a ciudad estaba revuelta. Un grupo de jóvenes habían asaltado el Cuartel Moncada, uno de los recintos de la tiranía batistiana. El país se había convertido en un volcán en plena erupción. De punta a cabo no faltaba el peligro de ser atrapado, tort
madre, allá, sola en un pueblecito con extrema pobreza. Imaginaba que su madre podría recibir al
io alguno. Se convertiría quizás en un ladrón, en un limosnero, o realmente formaría parte de una banda de narcotraficantes. No es que él creyese que el diablo le retorcería su humildad, pero n
Un instante después, se acercó a aquel adolescente quien se mantenía tirado en medio del parque y tras un breve esfuerzo logró levantarlo, "¡qué horror!", los bastonazos estaban marcados en su espalda. El joven le dijo que no debía alarmarse, pues, seguramente vería varias de estas golpizas y, peor aún, personas de
o una invitación en u
ecería esto que has hecho por mí... ¡Ay!, por qué no habré he
y entraron en un solar de muy mal aspecto, ropas tendidas en improvisados cordeles, papeles y desechos de comida tirados en el suelo. En ambos lados había varias puertas, al fondo, tres tipos de características similar
dedor del solar, pero el joven se detuvo, llamó a la p
a un altar con una Virgen de la Caridad y un conjunto de piezas propias de la religión. Daba la impresión que se practicaba el espiritismo, y que se hacían consultas espirituales. Carlos Lomas convencido de que el curioso lugar solo sería utilizado para un breve de
es nada bueno. Necesi
ada donde dejaba ver una
a el espacio que hay en el piso. En el cabe