Contagio de amor
uéspedes, cuando en la televisión dieron la noticia que la pandemia ya había llegado al país, "
miré a Nataniel. -No me gusta nadita eso
aviar, la del mono, la vaca loca, el cóle
ue ya estaba haciendo mella en Europa y se hablaban de posibilidades como las de cerrar aeropuertos y fronteras. En Estad
alarma-, dij
de agua-, me dijo Nataniel antes de atender a un
erre. -Parece que será obligat
eso?-, m
que usan los mé
en varios países donde el contagio aumentaba febrilmente. Yo esta
estaba por irme a la cas
ero parece que las van a suspender por el
, es difícil que llegue al p
as otras mamás, sopló su pre
dé muy p
*
huéspedes, cuando hubo un gran alboroto en la puerta. Un tipo alto, rubio, de cejas muy pobladas discutía con Damián y hasta le daba empe
aletas a la recepción-, intentaba disculpar
où vas-tu les emmener
a réception où vous pourrez vous enregistrer-, intervine. El sujeto recién despi
ruto, pensar otra cosa, confundir maletas-, le dijo el tipo a Damián
us excusons pour le malentendu-,
Sus ojos celestes brillaron y sonrió largo, sin despegar lo
tu es très belle-, me dijo que yo era m
o, muy arrollador, bastante masculino y me prendaba su voz tan di
s un mes, que estaba de vacaciones y que es soltero-
iendo los fuegos revoloteando por mis entrañas. Lisseth
en aprovechar los fuertes rayos de sol-, me dijo resoluta. Ya habían puesto las mesas, los toldos,
escansaban en las perezosas tostándose al sol, tomando limonada y tragos cortos. Algunos ya se habían instalado junto a
ité de l'hôtel ?-, me volvió en sí, una voz muy
pillote avec des légumes, monsieur-, recomendé salmón al horno, y ¡plop! me
é eso-, me dijo, ento
hinó los ojos para ver mi nombre
dose con mis ojos, mi sonrisita y mis pelos resbalando sobr
la suerte-, me s
-, dijo él, rebuscando en su billetera una tarjeta. -Allí
-, me volví a sen
iomas hablas?
ano pero también sé algo de vasco
e?-, estaba
nternet, tengo buena memoria
edido del hombre. Lueg
n Francia, por el virus? Es el prime
n Pierre había ordenado a todo el personal no alarmar a los huéspedes
ent Deschamps-, m
mps-, le hice una
reí y me di vuelta para seguir con mi rutina. Mauro, uno de los mozos, se me acercó
neurótico apuñalar a una azafata porque no le entendía lo que hablaba y todo ocurrió frente a sus narices. Vio a la chica desangrarse con un gran corte en el pecho, tumbada en la alfombra, con los ojos desorbit
umaba 63 años, tenía quince nietos y pensaba, seriamente en su jubilación. Si
ó, marchando de prisa a la cocina. Meneé la cab