CEO EL BARON
. ¿Y si fuera tras él? El mensaje detrás de la foto decía que si lo necesitabas, solo búscalo, entonces yo lo buscaría. Según el inquilino, tenía poco más de un mes
a llena de brillantina y con forma de corbata. - Buenas noches papi. - Su dulce voz llenó la habitación y por más duro que actuara, esa cosita me tenía. Llevaba los ojos de mi madre y tal vez por eso no podía mirarla a menudo. Me sentí tan culpable... -Buenas noches, hija. - Miré a mi doncella, quien estaba colocando su mano sobre los hombros de la niña de manera protectora y se acordó de sonreírle a mi hija. La amaba más que a mí mismo, pero también tenía mi dolor y... culpa, que me mantenía alejado de ella. Había perdido a la mujer que amaba y me casé, el recuerdo me dolía, era mi culpa, pensé que todo estaba bien, pero no... - Tengo una invitación para ti. - Luara me devolvió a los recuerdos que me devolvía su mirada, al igual que la de su madre. - Ven aqui. Llevaba un tiempo intentando tener más contacto con Luara, me cerré del dolor y noté una barrera entre mi hija y yo, que quería romper. Sin embargo, fueron años de separación y aunque dolía haber perdido tanto, era necesario, porque si yo fuera un padre distante terrible, si la hubiera dejado acercarse la habría lastimado más. Todavía me estaba acostumbrando al enfoque. Luara dio un paso hacia mí, sin embargo, aún estaba lejos, ojalá me hubiera dado un abrazo, pero fue culpa mía. -¿Qué tienes en la mano? - Ella sintió que mi voz profunda la asustaba. - Aquí. - Me entregó la tarjeta que intentaba esconder y aunque ya la había visto en sus manos cuando entró a la habitación, intenté parecer sorprendida. Miré el papel decorado y el título en el frente decía: Papá Ítalo Incluso ocho años después todavía tenía miedo de que me llamaran padre. Abrí la tarjeta y leí que la fiesta se realizaría en unas semanas, tal vez viajaba por negocios, pero pensé en no decir eso. - Es una linda invitación. - ¿Tu vas? - Su mirada demostraba que añoraba mi presencia. - Sí. - Abrió una sonrisa. - No me lo perdería por nada. Fuimos interrumpidos cuando mi teléfono sonó y vi que era uno de los guardias de seguridad. Fruncí el ceño. - Gracias por su invitación. Clarisse, lleva a Luara a dormir. Mañana hablamos mas. - Mi hija me miró con tristeza y yo le dediqué una sonrisa, que me esforcé mucho en lograr. Yo no solía sonreír. - Me gustó mucho la invitación. - Levanté la tarjeta y ella sonrió, se giró para caminar