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Sentimientos y Dinero

Capítulo 3 Casa de un milionário

Palabras:1336    |    Actualizado en: 22/12/2023

sa fea. ¿Y todavía pensaba que el señor Leonardi le permitiría acercar

esto de su cuerpo mientras se arrastraba hacia la habitación. Las ná

desapareció. Y se recostó en la ca

ncia de ese cuerpo, sus ojos tan az

como una bestia loca. Ríete de ti m

hecho de que pensé que la polla

a Vanda lo que vio. ¡Defnitivamen

, tumbada encorvada entre la maleta

sura de la boca con el dorso de la

ía panales en las comisuras de sus

invisibles, lo más extraño. Se levan

uando se dio cuenta de que vivía en la casa de un millonario. Cuando lle

armario, parecía una suite de hotel,

cación del lujo y la ostentación. Ad

inodoro acolchado, había una bañera

antes de la pared de cristal que la

maginó dando un paseo en bicicleta

el ambiente. Estaba seguro de que si

vorecían la vista de los elegantes az

red de cristal. Tan pronto como te

a, de 18 años, la que vivía al lad

todos los chicos del barrio y vest

tiquetarla, decía que era mejor ser etiquetada que ignorada, despué

hoy? jajaja" ¡Qué broma! Manuela s

jar a desayunar y luego tengo una r

? La señal no era al 100% por esos

l mensaje, se paró frente al espejo

rse. De hecho, odiaba hacerlo. Sólo t

una festa. Usó sus dedos para pein

ones irregulares, hasta sus hombr

me pegó a la parte superior de la

a Vanda había dejado sobre la cóm

color discreto, no lo identifcó c

s en el bolsillo superior del polo, d

a mansión, ya que Joel vestía su p

a. El agua brotó en un chorro fuerte

uscó el champú a su alrededor y lo

tipos de champú y acondicionador,

dulce fragancia con un ligero toque

ma. Luego lo enjuagó y terminó de l

no encontró otros así, tomó el qu

ue se ajustaba a su delgado cuerpo,

e de un bibliotecario, todo de bu

orme militar. Decidió no usar sosté

siempre caían sobre sus hombros. Se

ía parecer lo más profesional pos

en el vestíbulo de la planta baja. Había al menos media docena de emplea

a otro, demostrando que sabían exac

a otras tres, mujeres con gorras

deja. Se detuvo en medio de la hab

puerta de lo que parecía ser la despen

eparando el desayuno para los niño

mano hacia la mesa donde yacía un m

e con pan, galletas y un plato pequ

. Manuela miró la comida y, de pronto, su estómago soltó el desánimo

res cucharadas grandes de azúcar. T

a tía se sentó frente a ella. - El s

Después de tomar tu café, ve allí y

, mordiendo con avidez el pan caser

ella riéndose. - Es muy formal y exigente, pero no es el hombre del

mesa y rápidamente se lo metió en la boca, sonriendo torpemente. - Lo s

mo vivías en Porto Al

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