Ella es mi monstruo
os vol
tes de llevarse el wafle a la boca. Llenaba sus m
mientos, así que estábamos solos y yo le estaba contando cómo había sido la divertida tarde de ayer. Con esa experiencia a cues
ne que le diga? -retruqu
la boca, mocosa de pacotilla" -imitó mi voz para decira maravillosa manera de ser que lograba elevarme el ánimo, aún
secándome las lágrimas-. De todas
s. La que era buena en eso era Pam y nadie se metía con ella. A veces
uena para tu propio bien -ac
iada. Una cosa era ser buena persona y otra muy difere
a veces es necesario defenderse, ¿sab
ción radicaba también en mi actitud hacia mi persona. S
ro muy distinto es ha
algún lado debes empe
r dó
a ti misma. Si tú no te v
ntir desprecio hacia Amy Lee Reeve, alias el monstruo. ¿Cómo podía pretender que los demás me respetaran, si ni yo mis
.. ¿En serio tien
e mi madurez -dijo,
ultar cuando tenga que resolve
, desde hoy -replicó sardónico,
, claro
idió parpadeando repetidas v
osible que seas tan tierno? A veces
de decirle? Maldito infierno. Había expresado lo que pensaba en voz alta, sin ningún filtro o acotación irónica que me discul
y su expresión se tornó seria. ¿S
emonios, ¿qué
ndon, luego de unos segund
mismo, lo abrió y buscó la página. Suspiré y fui en busca de mi anotador y lapicer
. Su cara todavía seguía un poco colorada-. No era mi int
o un poco, dejando a relucir una pequeña sonrisa de costado, seguramente por lo que le ha
ar así de mí, el problema es que a veces no sé cómo reaccionar ante los cumplidos. Eso es todo. Y no
si
me interrumpió. Levanté la vi
s a estudiar sin descanso. Cuando terminamos, Brandon me acompañó hasta mi clase, con toda la caballerosidad que lo cara
e con él, que me permitía expresar lo que sentía sin mucha contemplación. Y aún cuando no le decía l
os se dieron vuelta en mi dirección, i
ho. Luego, sonrió de manera cálida. Ese gesto era la m
lparas -bufó- y... de nada,
la
a arreglar las cosas. Aunque desde que había conocido a Brandon nos habían sucedido numerosas situaciones incómodas y ver
as tareas y el profesor me había dejado irme. Iba caminando, presa de mis pensamientos, cuando me choqué con la dura espalda de alguien. Y cuand
evo, por
-musitó con desprecio-. Fuera d
umor de mil demonios. No traía a su séquito consigo, así que no valía la pena
han -dije, aunque
abía cruzado con ese chico y había sido menos trágica que la primera. Quizás, solo quizás las cosas
ara seguir con el maldito apodo. Por lo menos, ya no me dolería tanto escucharlo. Al fin y al cabo,
eyball antes que nadie,
a a Georgina pisándome los talones y sonriendo con burla. Ah, y me
ría que nos concentráramos en aumentar nuestra resistencia, así que corríamos y saltábamos toda la clase. Me sentía a gusto co
arnos del campamento de otoño. Habíamos estado planeándolo desde el comienzo de año para fortalecernos
in de semana, así que hagan los ar
dome el cráneo. Ya tendría que estar acostumbrada, pero no podía ignorarla. Me giré levemente, para encont
ción, con un tenebroso cinismo. Contoneando sus caderas y con una sonrisa soberbia se pa
esos días, monstruito –apreté la man
o tendría qu
ugadora y el apoyo de cada miembro del equipo. De mí ya no podía conseguir nada, ¿verdad? Pero el apodo, lejos de dis
isa, pero un segundo despué
o-. Ganaste, ¿de acuerdo?... pod
ncas que traía acumuladas. Pero llevé mi paciencia un poco m
o. Perdiste, así que te llamaré co
y del estúpido volleyball. Del equipo, de las prácticas, de la univer
ás derecha posible, hasta estirándome en altura-. De acuerdo, Georgi
ra, así que dejé a mi rival conf
guntó, sin encogerse, pero gua
postaría todas mis cartas en esta medida. Que se fuera todo al infier
ces entendió a lo que me refería y sonrió de costado, con com
cota, monstruito. Durante todo lo que
. Me estaba jugando la
por salvar? La respuesta
seré... -no me importaba, porque no perdería. No esta vez-. Pe
rá -dijo con diversión, hacien
és tan