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Ella es mi monstruo

Capítulo 2 1

Palabras:2397    |    Actualizado en: 05/12/2023

rimer d

de mí misma con las comisuras hacia abajo era todo, excepto inspirador. He de agre

la noche anterior, pero tampoco haría milagros. Di tres profundas respiraciones antes de salir del baño, lo que ve

rando el desayuno; Jenna, la menor, miraba su programa de televisión favorito: Running man. Era un show de va

la nuestra porque Jenna tenía síndrome de Asperger. Era un conjunto de características mentales y de conducta que formaba

unque a nosotras nos lo permitía a veces; a Pamela más que a m

los eliminó uno por uno. Usó una pistola de agua con tinta invisible, así el staff del programa sabía a quién habí

sea que tuviera enfrente que Jae Suk hizo tal cosa o que el comandante hizo tal otra. Era típico del Asperger obsesionarse con algún tema. Sus conversaciones también eran sobre matemáticas, su otro interés. Solía decir: "Sabías que el

s mejores que cualquiera tuviera el privilegio de probar y no lo decía porque fuera mi hermana, era un hecho. Ella sonrió de costad

tan bien el papel de ama de casa. En realidad, a mi hermana todo la favorecía. Era una mujer muy hermosa, con su cabello castaño, levemente ondulado y sus ojos verde agua. Tenía un

pondió. Pam estaba a punto de perder la paciencia-. Jenna, muev

cabello marrón atado en una coleta alta. Extendió su vaso favorito y Pam le sirvió su jugo de naranja exprimido,

n el médico? -pregunté al

e pasaré a buscar después del trabajo. Esp

ntí la sangre h

sarlo y la comida dejo de ser tan sabrosa para mis papilas gustativas. Sin embargo, me concentré en masticar el bolo que ten

o de animarme al ver mi mueca distorsionada-. Y si te moles

rse con ellos. Y eso que solo le había contado una pequeña parte de toda la historia a ella, lo suficiente como para que dejara de preguntarme qué me pasaba. Estaba tan estresada, que a

uando era una niña y después cuando ya no era no tan pequeña. Pero este año, cumpliría veinte y era hora d

y ahora el bebé -enumeré con mis dedos y suspiré. Ni siquiera

uyas, Amy -me reprendió-. Sin importar que seas grande

transmitía la seguridad de nunca permitiría que nada me sucedie

todo el entusiasmo que pude reunir. Este año sería diferente, porque yo no me sentía la misma persona, pero me esforzaría por pasa

os el autobús. Jenna y Pam se despidieron de mí y se bajaron ce

e no deseaba pasármelas pensando, así que me coloqué los auriculares y puse mi lista de K-pop con el volumen lo más alto que toleraron mis oí

y yo sentía que me estaba aproximando al infierno mismo. Estaba caluroso, pero yo sudaba frío y miraba al suelo con recelo. Arrastré

tá entusiasmado el p

,

va y empecé a subir las

ntregando los horarios. Me puse en la fila, esperando mi turno. Me atendió

pero que estés en el equ

í, de manera educada

ue tenía todo listo, mi siguiente tarea era encontrar mi plaza

-escuché que dijo una

oni

o mi nombre todas las cabezas masculinas se giraron en mi dirección. Entre ello

o? -se acercó Jonatha

ra solo recibía hostilidad de parte de él. Sus facciones mostraban el des

é, extendiendo mi man

dos los estúpidos que estaban cerca nos rodearan y comenzaran a grita

onstruo! -decía un chico

mi corriente sanguíneo, junto con una profunda congoja. Tenía que detenerlos y hacerlo pronto. Para ello me acerqué a ellos y los empujé, con la intención de que se movieran. Como tengo

-se burló otro chico al que no conocía. A

el monstruo puede ser letal -fa

to. No te acer

enfrente de ellos. Eso solo empeoraría mi situación y el hec

z firme. Mi determinación a mante

arrojó la maleta, lo más lejos que pudo

s por favor -dijo, burló

osas, mientras apretaba mi ya dolorida mandíbula. Una vez que metí todo

no llores. Me repetía esas palabras, sin cesar. Tenía que aguantar ha

ué caminando cabizbaja. Por fin, llegué al alojamiento; toqué la puerta y me r

xclamó con un extraño inglés y una gran

n gusto conocerte -extend

Hansson, i

n. Luego de darnos algunos datos, como número de teléfono o dirección de padres o hermana mayor para casos de emergencia, le pe

olento recordatorio de lo que me esperaría si siquiera me los cruzaba. Tenía ganas de llorar a moco tendido en mi cama, renunciar, irme del país.

a esforzado por llegar hasta aquí. Mi única opción era tragarme el orgullo y ac

una era de práctica. El martes, o sea mañana, tenía solo una clase, más el entrenamiento; así que tendrí

ía que compartirla con nadie. Era color amarillo y tenía un pequeño mueble de dos puertas y una cajonera. La cama era d

ejándolas bien tirantes y me acosté boca abajo. Sentí mi rostro arrugarse por los sollozos, previos al torrente de lágrimas. Me llevé el puño

rimer d

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