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Hermanas

Capítulo 3 No entraré a la iglesia

Palabras:1378    |    Actualizado en: 22/08/2023

do ante un huerto comunitario, de cuyo suelo salían

ntir vergüenza. Nadie es

s lo sacan a la superficie, a paletadas. Es

s personas son espectr

na copia, el espíritu de un muerto, todo sucio, to

rda se extendía un amplio paisaje, un valle con minas de carbón, y, al otro lado, unas colina

mágicas, blancas y negras colu

lada falda de la colina, formando líneas rectas, desde la base de ésta. Eran cas

onstante ir y venir, y vallas de hierro la separaban de los campos contiguos. El puentecillo que volví

los brazos cruzados sobre sus vestidos de burda tela, charlando de pie en las esquinas, dirigían a las her

seres humanos, viviendo en un mundo terminado y completo, ¿qué sería a

larga y suave chaqueta de fuerte color azul. Y tenía la sensación de caminar en el aire, con total inesta

a la larga costumbre, era inmune a los ataq

viera sometido a una tortura: -¡Quiero volver a Europa! Quiero i

tenía que seg

sintiera, el sufrimiento de su

este luga

segura, Ge

esori

arás mucho

, en espera del mome

etrando en la región más pura, situada al otro lado, avanzando en direcc

ues de las montañas, y parecía

las celedonias asomaban la cabeza al pie de los arbustos, y en los hue

lanco las grises plantas trepador

ndieron por la carretera principal que avanzaba

había un grupo de curiosos que esperaban para ver la boda. La hija del principal propi

Geli dio media

a casa. Es

iva en la carret

s personas. Y todos me conoce

s que pasar

a rep

o que son

as, las dos hermanas se acercaron al grupo de gen

mpesinos y mineros más desarraigados. Tení

l aire, se dirigieron rec

silencio, las dos hermanas pasaron bajo el arco de piedra y subieron los peldaños, llegando así al l

de Geli, un

ias son m

quiladas, que desaparecieran, que el mundo quedara liberado de ellas. ¡Cuánto le desagradaba avanzar por

nte, Ge

aré en l

vuelta sobre sí misma y avanzó por un sendero lateral que conducía al jardín par

terrenos de la escuela, ya fuera del patio de la iglesia, Camila se sentó, para de

de la escuela primaria, pacífico, con todas

s pálidos tejados y el campanario de la vieja

bios prietamente cerrados, y la cabeza baj

hermana estaba increíblement

Deseó quedarse sola, liberada de aquella tensión, de aquella s

pre

a quedar

pie, como si su hermana la

os quedarnos aquí, en la esquina, j

y el aire llevaba un vago aroma a savia y a primavera

cuantas margaritas, l

un haya, en trance de abrirs

los carruajes, por lo que grupos de pe

y los invitados a la boda subían los peldaños y

es y emocionados po

de ellos como si se tratara de un personaje completo, como si fuera un pe

sticas, situarlos bajo su luz verdadera, darles el ambiente que les correspondía

resolver, hasta el momento en el que comenzaron a aparecer los Fromh. E

era tan

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