Hermanas
do ante un huerto comunitario, de cuyo suelo salían
ntir vergüenza. Nadie es
s lo sacan a la superficie, a paletadas. Es
s personas son espectr
na copia, el espíritu de un muerto, todo sucio, to
rda se extendía un amplio paisaje, un valle con minas de carbón, y, al otro lado, unas colina
mágicas, blancas y negras colu
lada falda de la colina, formando líneas rectas, desde la base de ésta. Eran cas
onstante ir y venir, y vallas de hierro la separaban de los campos contiguos. El puentecillo que volví
los brazos cruzados sobre sus vestidos de burda tela, charlando de pie en las esquinas, dirigían a las her
seres humanos, viviendo en un mundo terminado y completo, ¿qué sería a
larga y suave chaqueta de fuerte color azul. Y tenía la sensación de caminar en el aire, con total inesta
a la larga costumbre, era inmune a los ataq
viera sometido a una tortura: -¡Quiero volver a Europa! Quiero i
tenía que seg
sintiera, el sufrimiento de su
este luga
segura, Ge
esori
arás mucho
, en espera del mome
etrando en la región más pura, situada al otro lado, avanzando en direcc
ues de las montañas, y parecía
las celedonias asomaban la cabeza al pie de los arbustos, y en los hue
lanco las grises plantas trepador
ndieron por la carretera principal que avanzaba
había un grupo de curiosos que esperaban para ver la boda. La hija del principal propi
Geli dio media
a casa. Es
iva en la carret
s personas. Y todos me conoce
s que pasar
a rep
o que son
as, las dos hermanas se acercaron al grupo de gen
mpesinos y mineros más desarraigados. Tení
l aire, se dirigieron rec
silencio, las dos hermanas pasaron bajo el arco de piedra y subieron los peldaños, llegando así al l
de Geli, un
ias son m
quiladas, que desaparecieran, que el mundo quedara liberado de ellas. ¡Cuánto le desagradaba avanzar por
nte, Ge
aré en l
vuelta sobre sí misma y avanzó por un sendero lateral que conducía al jardín par
terrenos de la escuela, ya fuera del patio de la iglesia, Camila se sentó, para de
de la escuela primaria, pacífico, con todas
s pálidos tejados y el campanario de la vieja
bios prietamente cerrados, y la cabeza baj
hermana estaba increíblement
Deseó quedarse sola, liberada de aquella tensión, de aquella s
pre
a quedar
pie, como si su hermana la
os quedarnos aquí, en la esquina, j
y el aire llevaba un vago aroma a savia y a primavera
cuantas margaritas, l
un haya, en trance de abrirs
los carruajes, por lo que grupos de pe
y los invitados a la boda subían los peldaños y
es y emocionados po
de ellos como si se tratara de un personaje completo, como si fuera un pe
sticas, situarlos bajo su luz verdadera, darles el ambiente que les correspondía
resolver, hasta el momento en el que comenzaron a aparecer los Fromh. E
era tan