Hermanas
ía a salvo en el azaroso viaje de la vida. Solo él podía transformarla en u
a! Pero el temor y las dud
zar aquel grado de belleza y distinción que Birkin necesitaba p
empre se quitaba de encima a Helena. Cuanto más se e
tan doloroso... Ella se sentía tan cansada... Pero
Birkin estaba in
tenía fe en su capacidad de retenerlo, creía en su superior juicio. Pese a que la inteli
esitaba era esta
recisamente lo que éste, con la perversidad de un niño malcriado, quería rechazar. Con
esa boda. Sí, sería el
dentro de la iglesia, esp
erta del templo, la aprensión nerviosa y e
vestida iba ella; sin la menor duda se percata
mera, estaba hecha para él; ella, la más alta. Sin la menor duda
en la iglesia, y despacio paseó la mirada en busca de Bi
del novio, Birkin tenía que ha
acio los ojos, moro
e se ahogaba en el mar. La invadió una devastadora desesperanza. Mecánicamente, se acercó al altar. Jamás había sent
a iglesia, imperaba una inquietud creciente. Camila se sentía casi responsable de lo que es
no podía
ja
elas. Alegremente los caballos tordos avanzaban al trote hacia su destino
rta de la carroza, para que de ella saliera la flor del día. La gente en la
omo una sombra. Era un hombre alto, flaco, preoc
junto a la puerta de
espuma de delicadas hojas y flores, una blancura de
bajo
a recibir a la novia, contemplando con entusiasmo la rubia cabeza inclinada hacia abajo, con los
rado movimiento de algo parecido
a de blanco junto a su padre, a la sombra matuti
s la no
á. Ya h
ombra roja. Su padre, mudo y amarillento, con la negra barba dándole aspecto mayormente agobiado, subió los peldaños en rígidos mov
llegado! Para la novia
, contemplaba la colina, más allá, la carretera
uy deprisa. Sí, acababa de aparecer
ación, emitió un grito inarticulado. Quiso advertirles que el novio iba a l
tativa confusión, se
escendía por la carretera y se acerca
peldaños, dio alegremente media vuelta sobre sí m
tenía y que de él bajaba su novio quien, pasando p
ona excitación, en lo alto de lo
sol agitó en el aire
bs!
so entre la gente, con el so
lo alto, la novi
Ti
ura superior a la suya. Su cara adoptó una expresión extraña y sorprendida. Dudó unos instantes.
la novia emitió un grito
aah
con increíble velocidad, con el taconeo de sus pies blanc
do los peldaños y esquivando al padre, moviendo las grupas
, de repente arrastradas po
e! ¡At
ueran salpicones de espuma, frenaba su carrera
selvático grito de risa y desafío
lado del contrafue
vio, inclinado al frente en su
giro y desapareció, desapareciendo con él, en aq
d junto al portalón lanzó grito
del señor Fromh, detenido absorto en el sendero, que había contemp
ta hacia atrás, para mirar a Rupert Birkin, quie
e sonrisa,
cerraremos
nte, el pa
Y
fombra. Birkin tenía un aspecto pálido y enf
uido. Caminaba arrastrando levemente un pi
a, por naturaleza, inteligente y solitario, por lo que no se adaptaba debidamente a los ambientes en las ocasiones sociales regi
ente corriente. Y lo hacía tan bien, adaptándose al tono de su entorn
osimilitud que, por lo general, suscitaban momentáneamente las simpatías de
de la iglesia. Se comportaba ante las diversas situaciones igual que el que pasa por la cuerd
cí
do un gancho para abrochar las botas, y hemos tardado mucho
r Fromh
neral somo
do verdaderamente puntual, y si hemos llegado tarde no
ieron, y, por el momento,
irkin, quien picaba su curios
spector de enseñanza primaria. A juicio de Camila, Birkin se daba cuenta de que existía cie
arrollar esa comprensión. Y había a
susodicho se daba cierta hostilidad, una úl
ella quería
uería iniciar una conversación a fon
ensas de
ica r
e atractivo, decididamente atractivo. Lo que no
ra su más alta consideración. Entonces
a pre
r qué
ante a las personas. Ya te he dicho que trata a cualquier t
luego. Hay qu
s aspectos es un muchacho maravilloso. Sí, tiene una p
a asintió a la v
Y
imiento a los juicios de Geli, incluso cu
pera de que la ceremonia terminara, y los
seaba saber si la fuerte impresión que le había causado er
seguía su curso. Helena Rice sólo pensaba e
gravitar físicamente hacia él.
de ella si no le tocaba. A pesar de todo, Hel