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Cuándo ya no esté

Capítulo 2 Capitulo segundo

Palabras:2136    |    Actualizado en: 06/07/2023

al que conoció en la Universidad mientras ambos asistían a la misma clase de Literatura Clásica. Ella siempre fue una chica tímida, retraída, y sería. Le costaba much

; alto, atractivo, de cabellos negros y ojos pardos, solía ser asediado por muchas de las estudiantes de la Universidad

orados, eran jóvenes un tanto ingenuos e idealistas que iban a comerse el mundo de un bocado. Mantuvieron su romance en secreto hasta qué mamá termino su carrera. Y solo entonces, durante la ceremonia de graduación, mi padre se arrodilló ante todo el mundo y le propuso que se fueran a vivir

dad, pero fue capaz de conservar su trabajo como profesor gracias a que era muy querido y respetado tanto por sus colegas, como por e

era pequeño y estaba apenas medio amueblado, pero era suficiente para ambos, ya que nunca fueron del tipo materialistas, mientras tuvieran un colchón para

gritar y patalear cuanto quisiera. También hubo mucha presión para que formalizaran su relación casándose, pero ninguno de los dos era creyente del matrimonio, decían que es bien fácil romper una promesa dicha ante un montón de testigos y solo por compromiso, pero que es imp

os el feliz acontecimiento. Disfrutaron al máximo de todo el proceso, pasaron por las náuseas matutinas, los antojos a mitad de la noche, los cambios de humor repentinos, las compras compulsivas, las visitas al doctor, los primeros latidos, las primeras pataditas, discutieron por el nombre, pelearon porque uno quería niño y otro prefería una

ron en una cesárea de emergencia gracias a que el cordón umbilical se enredó alrededor de mi cuello cortándome el oxígeno, fue un nacimiento relativamente fácil. O eso le gusta deci

mis padrinos. Mamá siempre dijo que el bautizarme bajo la ley católica fue tan solo un requisito cumplido por s

como maestro, pero era suficiente para cubrir los gastos y darnos pequeños lujos como ir de vacaciones a la playa en verano, Salir a

niños. Para entonces ya teníamos una rutina establecida, durante la semana nos levantábamos temprano, papá salía a correr por media hora mientras yo me alistaba para la escuela y mamá preparaba el desayuno. Después de desayunar los tres juntos, papá se iba a trabajar y mamá me dejaba en la escuela antes

razada, me gusto verla mientras esperaba a mi hermanita, su mirada brillaba más que de costumbre, también sonreía con más ganas. Cada vez que la observaba

artar mis ojos de su barriga y sobre todo, de su mano que subía y bajaba dulcemente mientras mamá tarareaba despacito una canción de los ochenta que era su favorita. Cuando se dio cuenta de que la observaba, dejo de tararear y

enas un par de semanas antes del nacimiento de Nala, nos fueron entregadas las llaves de una casa en una colonia privada con tres habitaciones, dos baños y lavandería techada. La mudanza tuvo que esperar un poco p

s por la mañana, mi madre me explico el día anterior lo que iban a hacerle en el hospital de tal forma que yo no me asustara cuando fuera a visitarla. Ese día, cuando me levante ella y mi padre ya no estaban, mi abuela me recordó el gran acontecimiento cuando le pregunte por ellos, no quería ir al colegio, pero tampoco qu

nces la trajeron. Envuelta en una sabanita con estampado de ositos vestidos de rosa. No era más que un diminuto bultito, lo único que se le podía ver era su cabecita llena de pelo negro que se le rizaba por todas partes, estaba dormida pero cuando la enfermera la tomo en brazos comenzó a llorar como loca. La mujer de blanco trato de calmarla paseando con ella en brazos por toda la habitación, pero sin importar lo que hiciera Nala no dejaba de llorar. Entonces mamá le

o darle de comer a tiempo y comenzaba a llorar a todo pulmón hasta que conseguía lo que quería, igual le costaba dormir en cualquier otro lado que no fueran los brazos de mamá y que ni se le ocurriera tratar d

ades, me ayudaba con las tareas del colegió, iba a todas las reuniones y festivales, me leía un cuento todas las

pero conforme fue creciendo creó un lazo igual de fuerte conmigo. Tanto, que hoy día sigue siendo mi mejo

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