Cautiva del Destino
su jefe, era evidente que cualquier mujer estaría más que feliz de formar parte de la vida del magnate. Era guapo, entrando en sus treinta y rico; Cheng
la ducha y se sintió liberada. Luego, decidió leer su nuevo libro y comer el pastel de fresas con crema que su desconocido favorito le había regalado. Fue tanta
er un papel que finalmente se deslizó debajo del mostrador de la cocina, fuera de la vista de Jea
verme, porque yo quiero volv
ndo las había escrito. Sin dudarlo dos veces, tomó el númer
ste a
e: Gr
arías mi número, eres una verd
e en mucho tiempo. Aunque para ti, tal vez no
sona, apenas escuché un poco de tu voz.
iciste. Tampoco me
ntonces, ¿m
: Soy
n te apasiona via
No muchas per
n: Soy
a 1 de la mañana, dejando una sonrisa en el rostro de la chica. Una sonrisa que no acostumbraba a tener al dormir. Para ella, la llegada de la noche era casi una pesadilla. No podía dormir de forma
r a la muchacha mientras su jefe se retiraba a un hotel para descansar y atender los asuntos de sus negocios a distancia. Sin embargo, aquella noche resultaba dist
r a China de inmediato. Al parecer, varias bodegas que almacenaban a chicas latinas que esperaban comenzar una nueva vida habían sido quemadas, y las víctimas eran parte
to y dejar en claro quién mandaba. Sin embargo, lamentaba dejar a su corderito solo, y anhelaba que la próxima vez que
ato del país y que contratara a alguien para que vigilara a la chica sin que ella lo supie