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El Divorcio que me Salvó

Capítulo 4 3° Disculpas fallidas

Palabras:1991    |    Actualizado en: 24/04/2023

, aparece flotando sobre mí mientras intento recuperar el

Eso fue todo

í, lo suficiente como para que la tome y me ayude a levantarme. Aunque algo boleada, me auxilia para acomodarme nuevamente sobre la banqueta y

resionan, aunque no sea mucho, no puedo evitar el saltar con un pequeño gemido de dolor, cosa que lo hace alejars

, ESO NO TEN

usión y preocupación, me hace saber que no dejará simplemente pasar esto, va a querer revisar, y si lo v

permitirlo, pero el probl

del departamento elige ese preciso momento para sonar y el pelinegro me hace una seña de que me quede donde

ituación, enfilando hacia la puerta mientras hablo sin quitarle la vista de e

e, lamento haberte molestado, fue... agradable el conocerte. Si algún día necesitas algo, es-estoy en el de

anto ésta se cierra. Tengo la respiración acelerada, el miedo me dejó bastante mal y debo recuperarme antes de que el cerrajero me vea así o podría sospechar

s de que el hombre baje del ascensor y me vea, actuando perfectamente normal

nuevo, que la última vez que pasó, me pasé casi toda una tarde oculta como tonta bajo las mantas de la cama del hotel. Es po

o exigiera su cena a cierta hora y, si no estaba, habría problemas para mí, sino por

ara una cocina bien equipada y, para cuando me quiero dar cuenta, ya he llena

a volver a meterme en la cama y apagar casi todas las luces. Solo la de mi mesa de luz permanece activa y leo un par de hojas de una nove

**************

ección de cosas para la casa? Quizás ya tengo fritas las neuronas y debería de tomarme un descanso. Aho

a tarde y pregunto por un sitio donde pueda merendar. La dependienta me recomienda un local que está en la esquina y le agradezco, encontrándolo con un ambiente muy agradable al entrar: es del tipo artesanal, de esos que te dicen que todo l

a la boca, cosa que parece hacer reír a la joven que atiende (que no

sien

to. Ahora no es que cocine tan bien como ella, pero sí que me defi

ces tod

í e

e recomen

s. Si no te gusta tanta azúcar, quizás el lemon pie, me aseguro de que la capa de limón sean equit

de cada uno, me lo llevaré a ca

que hay justo encima de la panadería y sorprendiéndose al saber que vivo en el edificio de la otra esquina. Como cualquier muchacha que ve a mucha gente a diario, me pasa el chisme de que hay un

e gigante l

o prepare y me lo cobre también, cosa que la hace sonreír con picardía hasta que

edificio y me adentro en él hasta nuestro piso, encontrado su puerta cerrada y todo en silencio como la primera vez. Dudo por unos instantes sobre el qué hac

ero hacer más el ridículo, ya f

equeña nota de disculpas y vuelvo a salir (ésta vez con la llave en la mano), para dejar el ped

oco tiempo en abrirla, sino que se le suma el que me cueste a mí el poder abrir mi cerradura, el tiempo suficie

zat

onio

ugando rin-

yo

nota, volviendo a observarme con su ceja alz

, digamos que tú me ayudaste y yo hice el ridículo frente a ti al tiempo en que casi escapé por el bochor

upiste sob

otro, la chica me habló de un cliente que siempre pedía lo mismo,

iend

. qué lo disfrute

parte, espero que estés

rta sin posibilidad a decir nada más, ¿lo habré ofendido? ¿Quizás qued

sí que pronto aparecerá una orden de

me hundo en mi sillón, con una serie en la TV y la comida a mi alrededor. Y así paso el siguiente par de horas, hast

uerta de mi departamento. El único problema que veo cuando se van es que yo debo meter toda la pila de cajas por mi cuenta; como no confío en ningún ser de cromosoma XY para que ingrese a

sta que salgo nuevamente y me encuentro con la puerta de

da la tienda o qu

ora compulsiva, son c

licaba llev

xager

titud de niña pequeña, la comisura de su boca se estira en

te ayude a e

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