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El Divorcio que me Salvó

Capítulo 3 2° Momentos absurdos

Palabras:1903    |    Actualizado en: 24/04/2023

mento y... y no tengo forma de contactar a un cerrajero... o-olvidé el teléfono y las llaves adentr

para dejar de parecer una desquiciada ante mi vecino, el cual me observa con u

su cromosoma es XY, soy perfectamente consciente de ese hecho, pero mi persona reacciona por sí sola y sé que no es algo que vaya a desaparecer. El inconveniente aquí es que, si bien he podi

lidad, bajo mi mano, aclaro mi garganta e intento iniciar nue

uevo, sé que esto es poco usual, sin embargo, soy nueva y necesito su ayuda. Mi nombre es Tzatsi, como dije, soy su nueva vecina y, por falta de costumbre y prisa, me quedé fuera de mi ca

s, como si estuviera considerando si debería cerrarme la puerta en el rostro y ahorrarse el problema que es evidente

o quizás es mudo, hasta que termina suspirando con evidente cansan

iempo, y me hace estremecer cada célula, como si vibraran en l

aquí, es algo que suele ocurrir. Te recomendaría que, si eres del tipo despistado, ocultes alguna llave en un sitio del edificio que puedas

uen cons

as

ngo que busca

sar al departamento de mi vecino gigante. La verdad es que es bastante bonito, decorado con buen gusto, au

volviendo a poder tener una buena perspectiva de mí misma y de lo que me gusta o

anquilos, sobre todo nocturnos y de playas o bosques, electrodomésticos de acero inoxidable y mesadas

ensuciar algo con esto, pero mi vecino parece notar mi predicamento y, aún con solo la

está en uno de los imanes, llama con tranquilidad, puedes esperar a

o... aún no s

ul

n pla

mismo, solo que espejado, invertido en disposición. No inspecciono mucho más, simplemente me acerco al teléfono y, como ya tiene toda su carga, lo suelto del enchufe para poder mar

a no pone segurid

ués, estoy sentada en la barra de la isla, terminando de comer lo que me quedaba del wo

ora vestido con un vaquero obscuro desgastado del frente, botas parecidas a las de los motoristas y una camiseta negra lisa de cuello de pico que, para ser honesta, le queda de

jo el ce

duende de metro y medio, con una gran bolsa de comida japonesa y con un cerebro despistado que olvidó

uena como

quizás las bombas de salmón y queso phila en tempura? E

va la bolsa que es casi de la mitad de m

as tener

y cincuenta, mas mi estómago no parece enterado de

una b

embargo, es mi triste r

, con los pocos arroces que aún quedan luego de que me comiera todo lo demás. Ha ahogado tanto mi vi

ex

u rostro curioso y trato de quitarle hierro

a comer en público porque parecía un barril sin fondo. Que tenía suerte de ten

re, sacando uno de los paquetes y unos palillos para e

matarían por poder comer lo que quisieran sin preocuparse de subir de peso. Además, est

sta vez una bandeja de piezas de sushi. La abro y como un par con mucho gusto, sintiéndome relajada por comer co

e piezas de mi bandeja, lo cua

r la necesidad de romper, y para cuando me quiero dar cuenta, ya no hay

ambos queremos tomar el último y rápidamente retiro mi mano de la suya: la diferencia de tamaño es casi a

tá tan tenso, miro la hora en el reloj que hay en la pared y noto que ha pasado casi medi

esechar los empaques en el cesto de basura para luego mirarme con ese rostro serio y neutro. ¿Este h

e... creo que y

inutos mínimo? A penas si ha pasado medi

por qué me lo

e se aproveche de eso. Estoy seguro de que si otro cerraj

adido demasiado tu hogar, lo mejor

del pasillo hasta que tu trasero quede

rme a reír como foca con epilepsia, al punto de que hasta

ZAT

da al golpe, mi voz es a

ido del humor. Síp, defini

momento ridículo y de vergüenza pura. Cambio de look, cambio de vida,

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