Novia del Señor Millonario
Cariño, déjalo y ven conmigo
El regreso de la esposa no deseada
Yo soy tuya y tú eres mío
Tesoro de CEO
La segunda oportunidad en el amor
Mi encuentro con un misterioso magnate
Mimada por el despiadado jefe clandestino
La venganza de la heredera genio oculta bajo la máscara
No me dejes, mi querida mentirosa
En los tiempos antiguos, cuando ni siquiera la luz existía, tanto el Tiempo, como la Energía, se levantaban a través de la oscuridad inducida por entidades sombrías, las cuales, gobernaban una antigua realidad; un vacío lúgubre e inexistente, donde la vida ni siquiera era real.
Dichas entidades, lideradas por Aztabel, el emperador de la energía y materia oscura, peleaban agresivamente contra una nueva raza, creada por las fuerzas creadoras de la realidad: el Tiempo y la Energía.
Habían cometido un grave error, pero ahora estaban decididos a solucionarlo; permitieron que el multiverso fuera manipulado por las fuerzas oscuras de Aztabel. Ahora, luchaban contra los seres más poderosos por la custodia de la realidad.
Se desató una gran guerra entre los seres supremos. Los dioses de la creación, se aferraban a mantenerse de pie, pese a las complicaciones que se generaban en su lucha por convertirse en los emperadores de todo. Aztabel siempre atraía la destrucción, pero la Energía, era absoluta en el multiverso.
El último ataque al que recurrió la Energía y el Tiempo, fue al gran destello que desencadenó la creación del multiverso como lo conocemos hoy en día. Se dice que fue un acontecimiento similar al big bang, salvo que la Energía, creó tantos universos en un solo punto generador de luz celestial.
Y de la luz, nacieron cien dioses. Cien deidades supremas, herederas de la omnipotencia de sus padres.
Cada deidad, fue dotada de un poder tal, que les permitía manipular la materia a su antojo. Incluso ellos, en su arrogancia, decretaron la ley más básica del multiverso: la materia no se crea ni se destruye, solo se transforma. Pero aquel que puede crearla o destruirla, es un dios.
Los ganadores exiliaron a los perdedores al sitio más recóndito del multiverso, una zona inhabitable, incluso para un ser inmortal. Ahí, solo vivían las criaturas más grotescas de la antigua era; entes dignos de aparecer en los relatos de Lovecraft, pues hasta los más valientes, enloquecían al ver su apariencia.
El sitio era un planeta de proporciones colosales, aunque tenía las peores condiciones, pues sus temperaturas sofocantes y sus paisajes aterradores, hicieron del astro un pasaje digno de narrarse en los relatos bíblicos sobre cómo se vería el infierno. Su nombre era IRH-444-10000K, el nuevo hogar de las deidades oscuras.
Todos fueron abandonados en ese lugar, menos uno, el mismo dios de la muerte, Azrael Morsnirum, una entidad que prefirió abandonar su naturaleza y servir a la energía con eterna lealtad. Él le sería útil en un futuro próximo, por tal motivo, no lo abandonó.
Después de la guerra, los dioses repartieron al imperio en secciones iguales. Cada uno tendría su propio reino, a cambio de no pelear por el poder absoluto.
Algunos no parecían conformes con el acuerdo, pero sentían satisfacción por sus reinos, lugares que se convirtieron en la cuna de numerosas criaturas, las cuales, habitaron en las galaxias y planetas de sus reinos en el multiverso.
Las primeras entidades en existir, fueron los ángeles y según el trato de todos los dioses, los seres alados servirían para alabarlos, sin la oportunidad de pensar o razonar más allá de su comprensión.
Y aunque todos aceptaron la proposición, uno de ellos fue en contra de lo contemplado. No estaba de acuerdo con la idea de que los ángeles fueran sirvientes. Él ansiaba más.
Este dios, llamado Elohim, quería deidades supremas a su servicio. Anhelaba tener a su disposición a la más poderosas raza del multiverso, sin importarle el costo, que era su energía vital.