El sol de la tarde se filtraba a través de las cortinas de la sala, creando un patrón de sombras en el suelo de mármol. Valeria estaba sentada en el sofá, mirando por la ventana sin realmente ver nada. Su mente estaba nublada por la confusión, y sus pensamientos se atropellaban entre sí, como un torrente imposible de detener. El sonido de las puertas abriéndose la hizo volver a la realidad, y la figura de su madre apareció en el umbral, con una sonrisa que Valeria no pudo descifrar.
-Valeria, querida, siéntate un momento. Hay algo que necesitamos hablar contigo -dijo su madre, con una suavidad en la voz que rara vez utilizaba. La última vez que le había hablado de esa manera había sido cuando Valeria era pequeña, antes de que la vida se volviera un torbellino de expectativas y normas inquebrantables.
Valeria levantó una ceja, sorprendida por el tono de su madre. Algo no estaba bien, pero no sabía qué era. Se levantó lentamente del sofá, caminó hacia la mesa del comedor, donde su madre ya había dispuesto dos tazas de té humeante. La jarra de porcelana parecía completamente ajena a la situación.
-¿De qué se trata, mamá? -preguntó Valeria, sin ocultar la curiosidad y la inquietud que comenzaban a invadirla.
Su madre la miró con una mezcla de ternura y determinación, y sin más preámbulos, empezó a hablar.
-Tu padre y yo hemos tomado una decisión importante, Valeria. Una decisión que creemos que será lo mejor para ti, para tu futuro, para nuestra familia. -Valeria sintió cómo su corazón latía más rápido, como si una presión invisible comenzara a envolver su pecho. Sabía que sus padres tenían una manera peculiar de tomar decisiones por ella, pero nunca había imaginado que algo tan trascendental se les ocurriría sin consultarla.
-¿Qué decisión? -preguntó Valeria, con una mezcla de miedo y desconcierto, sin saber qué esperar.
Su madre tomó aire profundamente antes de continuar, como si la noticia fuera un peso que le costaba soltar.
-Has sido comprometida con Nicolás Rivas. -La revelación fue como un golpe directo a su estómago. La habitación pareció volverse más pequeña, el aire más espeso. Nicolás Rivas. Ese nombre no le decía nada. Nunca había oído hablar de él, nunca lo había visto, y, sin embargo, su madre acababa de decidir que sería su futuro esposo. La idea parecía un sueño extraño, una broma cruel.
Valeria se quedó en silencio, sus pensamientos agolpándose unos sobre otros. Nicolás Rivas. ¿Quién era él? ¿Por qué ella no había tenido ni voz ni voto en la elección? ¿Cómo podía ser que sus padres hubieran tomado una decisión tan importante por ella, sin siquiera preguntarle qué pensaba o sentía?
-No... no entiendo, mamá. ¿Qué quieres decir con que estoy comprometida con él? ¿Cuándo pasó esto? -su voz sonaba casi quebrada, incapaz de encontrar la calma que normalmente mantenía.
Su madre la miró con la misma expresión de siempre, como si nada fuera extraño en esa conversación, como si todo estuviera perfectamente bien.
-Es una unión que hemos considerado necesaria, querida. Nicolás proviene de una familia respetable, de una posición económica sólida. Los dos podréis lograr grandes cosas juntos. Es lo mejor para nuestra familia y para tu futuro. Las negociaciones ya están avanzadas, y se hará oficial en cuanto llegue el momento.