Gala Jones, recibe su cheque del mes por parte del mensajero de la empresa. El joven que arrastra un carrito de metal con cientos de recados deposita un cheque sobre su escritorio para luego facilitarle una carpeta en donde ella deja plasmada su firma.
La hermosa pelirroja le sonríe al muchacho al tiempo que le entrega la carpeta junto con el bolígrafo.
—Muchas gracias.
El joven se marcha asintiendo con la cabeza, la joven toma el sobre blanco y con nerviosismo lo abre el mismo… con tristeza divisa la cantidad de dinero que le llego ese mes, su cabeza se desbordaba de preocupación. Eso le pasaba por andar pidiendo dinero por adelantado a la compañía.
—Demonios, no debí pedir ese adelanto —Se dice mordiendo sus labios.
Gala, guarda el sobre en su bolso, ajusta sus gafas enfocando la mirada en la pantalla de su ordenador. Necesitaba terminar esa misma tarde las carpetas para la reunión que su jefe tendría al día siguiente. Después se preocuparía por llegar con vida en ese mes.
Miró la hora en su reloj, fijándose que tan solo le quedaba una hora para terminar y poder irse a casa con la cabeza tranquila por esa parte. Su jefe era demasiado estricto como para que cometiera errores, y no estaba en posición de que la despidieran por inepta. Ahora más que nunca necesita mantener ese empleo, lo que debía hacer era dejar de pedir adelantos.
Suelta un suspiro al mismo tiempo que su teléfono empezó a sonar, al dar un respingo la pelirroja contesta el aparato con algo de susto.
—Dígame, señor Couper, ¿Qué se le ofrece?
—Hágame el favor de venir.
—En seguida.
Rápidamente, se pone en pie sintiendo los nervios a millón, camina con pasos decididos hacia la oficina de su jefe, abriendo la puerta sin siquiera tocar.
—¿En qué le puedo servir, señor Couper? —Ella se queda a escasos metros del escritorio del enorme hombre ante ella, quien no apartaba la mirada de su móvil.
—¿Termino con los informes para la reunión de mañana?
—Sí, no… me falta poco, señor. No se preocupe, todos estarán listos para mañana.
—Muy bien, ya sabe que no quiero errores. Esa reunión es muy importante, como sabe mi abuelo asistirá, así que necesito que todo esté en completo orden.
—Por supuesto, señor. Todo saldrá bien.
—¿Riley llamo?
—No, señor, su hermano no ha llamado.
Héctor, dejo de teclear en su móvil, se queda mirando la pantalla brillante por un momento para luego levantar la mirada. Mira a su secretaria desde la altura de donde comienza aquel pantalón de vestir negro tan horrible. No deseo detallar más de ella, total no vería mucho que digamos.
El castaño observa los ojos de su secretaria atreves del cristal de sus anteojos, la mira detenidamente sabiendo que no podía echarle la culpa de que el imbécil de su hermano no se preocupara por la compañía. Era un pendejo irresponsable que se quedaría sin herencia como continuara como gilipollas.
—¿Y usted no lo llamo?
—Sí, pero no me atendió la llamada —Contesta con pavor.
—Porque marco del número de su oficina, debió llamarle desde su móvil, señorita Jones. ¿No lo cree? —Cuestiona mortalmente serio.
Ella palidece al instante, ¿y cómo le explicaba a su jefe que tenía el móvil sin poder pagarle la renta? No obstante, era consciente de que no era su responsabilidad tener que llamar al señor Riley desde su móvil personal, si no contestaba cuando lo llamaban de su propia empresa, entonces ya no era su culpa.
—No pensé que podía llamar al señor Couper desde mi móvil personal —Ella pestañea repetidas veces.
Héctor Couper, frunce el ceño, por una parte, ella tenía razón. No tenía porque, pero…
—Yo me encargaré de eso.
—¿Necesita otra cosa?
—Puede irse —Héctor regresa la mirada a su móvil.
Gala, aplana los labios para luego darse la vuelta y abandonar la oficina de su jefe. Al cerrar la puerta a sus espaldas suelta el aire estrambóticamente. Un día de esos se iba a morir pero de un infarto.
Ella niega rápidamente, y corre a su escritorio para terminar los informes y poder irse a tiempo. No podía estar perdiendo el tiempo, las horas son muy valiosas para ella.
[…]
Héctor, busco en su móvil el número de su hermano, y de inmediato le marco. Pero el aparato sonaba y sonaba y Riley no contestaba, cosa que irritaba a Héctor. Siempre se la estaba dando de importante, mientras que desatendía los verdaderos asuntos importantes.