Kayla Graham estaba embarazada, pero su esposo no era el padre de ese niño.
Salió del consultorio médico, con las manos temblando mientras sostenía los resultados de la prueba de embarazo. Sus piernas se sentían inestables y su mente todavía no terminaba de asimilar la impactante noticia.
Apenas la semana pasada se había casado con su novio de cinco años. Pero justo en su noche de bodas, descubrió que él la había estado engañando: su celular estaba repleto de fotos íntimas de él con otra mujer.
Devastada, buscó consuelo en el alcohol y, en medio de su confusión, entró en la habitación de hotel equivocada, despertando a la mañana siguiente al lado de un completo desconocido.
En su momento no vio claramente su rostro, recordando únicamente su presencia abrumadora, casi sofocante, y la vasta habitación que parecía devorarla por completo.
Por la mañana, se sentía tan avergonzada que no pudo quedarse y optó por irse en silencio y sin mirar atrás.
Nunca imaginó que una noche alocada la dejaría esperando el hijo de ese hombre.
Kayla no tenía idea de qué hacer, sintiéndose inquieta, ansiosa y abrumada. Estaba desesperada por encontrar una salida de ese desastre.
Su celular vibró en ese momento, devolviéndola a la realidad. Acababa de recibir un mensaje de su esposo, Liam Graham. "Kayla, te estoy esperando afuera del hospital".
Mirando la pantalla con la mente en blanco, guardó el dispositivo en su bolsillo y se dirigió al ascensor sin decir una sola palabra.
Durante días, las náuseas y los mareos persistieron. Cuando ya no pudo ignorarlos, finalmente fue al hospital solo para recibir la noticia de su embarazo.
Al salir, lo primero que vio fue el auto negro de Liam esperando en la acera.
Ella respiró hondo antes de caminar rápidamente hacia el vehículo.
Su esposo salió y rodeó el auto para abrirle la puerta. Se veía aún más impresionante y refinado en su impecable traje negro.
"¿Qué te dijo el doctor?", le preguntó él.
"Solo fue un malestar estomacal", respondió la chica con un tono plano.
"Es porque comes mucha comida picante. Necesitarás moderarte. Eso no es bueno para tu estómago".
Kayla asintió ligeramente.
En el momento en que subió al auto, un sutil rastro de perfume floral para mujeres la golpeó. Liam detestaba los aromatizantes y nunca los utilizaba, por lo que ese olor solo podía significar una cosa: otra mujer había estado allí.
El hombre se inclinó y le revolvió el cabello cariñosamente mientras decía: "Te llevaré a casa para que puedas descansar. Yo necesito volver a la oficina".
"Está bien", murmuró ella.
Mientras el vehículo esperaba en un semáforo en rojo, Liam contestó una llamada entrante.
Kayla se movió ligeramente y sintió su mano rozar algo suave. Tras extender la mano, sacó un pañuelo de seda rosa.