Novia del Señor Millonario
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Los Mellizos del CEO
Extraño, cásate con mi mamá
Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
El dulce premio del caudillo
El réquiem de un corazón roto
Yo soy tuya y tú eres mío
Ya no te amo, Sr. Exesposo
Annabelle.
Una lluvia torrencial cae sobre la campiña, mis pies están empapados y mi uniforme está echándose a perder. Intento levantar mi falda larga color marrón, pero me resulta imposible seguir sosteniéndola, debo sostener la linterna con la mano derecha y con la otra necesito cubrirme de las gotas de lluvia que nublan mi visión.
–¡Padre nuestro! – exclamo mientras la luz de mi linterna se hace cada vez más débil – no me abandones ahora – suplico, pero es completamente en vano. Porque tras un par de chispas de luz la linterna deja de funcionar.
Me quedo completamente a oscuras, gracias al cielo que me sé de memoria el camino de regreso al convento, sin embargo, debo aceptar que la oscuridad, la lluvia y los árboles meciéndose alrededor de la campiña le dan un aire espeluznante al sitio.
– Señor, llévame con bien y permíteme hacer mi trabajo – le rezo a Dios, la hermana superiora me encargó esta semana la vigilancia del convento, debo asegurarme de que no haya nada inusual alrededor de nuestro hogar, y por supuesto no quiero hacer mal mi tarea.
Termino de revisar los alrededores del convento, hasta que siento una presencia detrás de mí, al principio creo que me estoy enloqueciendo, que solo son supersticiones, pero aun a pesar de la lluvia puedo escuchar el sonido de un par de botas pesadas caminando en mi dirección.
Un rayo cae a lo lejos sobre las montañas, haciéndome sobresaltar, el sonido de los pasos se detiene y entonces yo volteo a ver a mi espalda.
–¿Quién está ahí? – grito con fuerza y miro a mi alrededor, pero no soy capaz de divisar absolutamente nada – ¿Quién está ahí? – insisto, pero no recibo ninguna respuesta.
Escucho el sonido de una carcajada de burla y siento que un escalofrió me recorre todo el cuerpo. Entiendo que debo regresar al convento antes de seguir perdiendo mi tiempo, asi que recojo mi falda con mi mano ahora libre y me dispongo a marcharme. Pero algo me lo impide.
– Eh tú – me grita una voz masculina, demasiado profunda para mi gusto.
Yo me fijo un poco más a mi alrededor y me doy cuenta de que hay alguien aquí. La silueta del hombre es extremadamente alta y fuerte, pero ¿Qué hace un hombre a las afueras de un convento de monjas?
–¿Cuál es tu nombre? – me pregunta.
Lo pienso mucho para responder, pero al final lo hago: – Annabelle, mi nombre es Annabelle.
– Irónico – dice burlándose.
Algo me dice que no debo hablar con aquel desconocido, sé que lo mejor es alejarme y volver al convento, pero hay algo que no me deja hacerlo, algo que me dice que responda a todas sus dudas. Ese fue mi primer gran error, no correr en la dirección contraria a él.