Estaba profundamente dormida, cuando la alarma de mi despertador hizo su trabajo, maldije unas cuantas veces, odiaba madrugar, pero hoy presentaría mi último parcial para licenciarme como Arquitecto Paisajista, había luchado demasiado para cumplir mis sueños, venía de una familia adinerada, controladores, mi padre se enojó mucho cuando le dije que quería estudiar arquitectura, pero a la final acepto, haciéndome firmar unos documentos, que ni siquiera me tome la molestia de leer.
Gracias a ese arrebato de estupidez me encontraba hoy en el despacho de mi padre escuchando algo que para mí solo ocurría en las novelas.
—Sabes que no me gusta andar con rodeos, soy un hombre de negocios, con una reputación intachable que mantener, te casaras este fin de semana—mi padre usaba un tono implacable
Al principio me reí muchísimo, pero él no mostró ninguna expresión, por lo que pude entender que no estaba jugando.
—¿Qué estás diciendo? Acaso te volviste loco, no quiero casarme «¡Maldita sea!»—grite muy fuerte, pero jamás espere su reacción.
Su mano se estampó en mi mejilla, haciéndome girar el rostro, mi padre me había abofeteado, mis uñas se encajaron en mis manos rompiendo la piel, mi cara ardía por el golpe.
—Maximus, por favor, no es necesario llegar a estos extremos.
Por fin mi madre había dicho algo, durante estos veinte años jamás la había escuchado desobedecer al jefe de la. Familia.
—Cállate Eleonor, o quieres que adelante tu dosis— Mi pobre madre perdió color, sabía que él le pegaba, muchas veces la escuche gritar, quise defenderla, pero ella jamás lo permitió, este era mi momento.
—Te juro que si vuelves a tocar a mama, te mataré, me importara muy poco que seas mi padre, no te tengo miedo, con esto—señale mi mejilla —acabas de acabar con el poco respeto que te tenía, no eres nadie padre, no me casaré.