Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
Extraño, cásate con mi mamá
No me dejes, mi pareja
El réquiem de un corazón roto
El dulce premio del caudillo
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Tyler
Años atrás...
La letra de una canción se da sencillamente de un momento a otro, se puede escribir en diez minutos sentado en un bar o en la banqueta de un parque, lo mismo pasa con la música que le da vida a esa letra, pero detrás de todo eso, siempre hay una historia que contar.
Ella era tan hermosa con su cabello castaño largo; siempre lo llevaba suelto, cuando me cubría en el calor de su abrazo, mis manos se deslizaban hacia su pelo, lo envolvía entre mis dedos y muchas de las veces me quedaba dormido, bajo el embrujo de sus sedosos mechones y el susurro maravilloso de su voz arrullándome cantando nuestra canción.
Era mi mundo, su sonrisa iluminaba cada partícula de mi ser, me encantaba verla reír, mi deleite era que estuviera siempre orgullosa de mí. Charline era el motor de mi hogar, cuando ella salía; papá y yo nos quedábamos solos en casa, sentíamos que nos faltaba algo. Al pasar las horas y la puerta se abría, mamá hacía acto de presencia con su afable carácter, toda la atmosfera cambiaba de inmediato. A su lado me encontraba seguro y feliz.
Mis padres no discutían en lo absoluto, se amaban, al menos eso era lo que proyectaban delante de mí. Un fin de semana mi mamá decidió llevarme a la casa de mis abuelos a pasar un par de días, yo no protesté porque era uno de mis lugares favoritos, allí podía andar a mis anchas con mis primos, haciendo travesuras, pasábamos el día andando en bicicleta, nadando en el lago, realizando una que otra chiquillada. En las noches mis tíos hacían una fogata y comíamos malvaviscos y nos contaban historias de terror y siempre nos íbamos a la cama muertos de miedo. Aquellos instantes fueron los más felices y los últimos de mi juventud que recuerdo con agrado.
Luego de esos días increíbles llegué a casa; noté. Que algo cambió, el semblante de ella era serio, no estaba risueña como siempre; mi padre no se encontraba, al parecer había pasado todo el fin de semana trabajando y asumí que parte de su molestia era por eso.
La mañana siguiente me levanté temprano, Charline no fue a levantarme como lo hacía diariamente, salí de mi habitación y escuché las voces. Mis padres hablaban o mejor dicho discutían, nunca los había oído contender, así que me acerqué hacia donde se encontraban y me escondí para que no me vieran, una pared que unía el corredor con el salón sirvió para ocultarme.
—Lo podemos solucionar. —Decía mi papá, su tono era de súplica.
—No hay nada que solucionar, esto se terminó, ya no aguanto más.
—Sé que te he descuidado un poco, que me sumergí en el trabajo…
—No es tu culpa Jerry —gritó Charline —yo soy la del problema… Lo intenté, pero no pude, no sirvo para esta vida.
—¿Qué es lo que quieres? ¿Deseas trabajar? Hazlo, ¿quieres irte de viaje para despejarte?
—Es que no lo entiendes, ya no quiero estar aquí…
—¿Cómo puedes decir eso? Si este es tu hogar.
—Nunca lo he sentido de esa manera, me hace sentir como una extraña, no sirvo para esto.
—No me vengas con eso ahora… Dime la verdad, uno no viene de un día para otro y abandona todo porque sí.
Mi mamá caminó de un lado a otro y luego miró a mi padre a los ojos.
—Yo… —mi mamá titubeó —ya no te amo Jerry.