Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
Vuelve conmigo, amor mío
El regreso de la heredera adorada
La segunda oportunidad en el amor
Tener hijo con mi mejor amigo
Enamorarme de ella después del divorcio
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
¿Quién se atreve a cortejar a mi reina encantadora?
Era tarde en la noche y las luces dentro de la villa de la familia Lu brillaban con intensidad, haciendo un marcado contraste con la calle oscura.
De pie y mirando hacia afuera a través de las ventanas, Janessa Qiu hizo su última llamada a Rayan Lu, pero luego de algunos repiques, esta terminó de la abrupta forma que esperaba. Entonces respiró hondo unas cuantas veces para estabilizarse antes de arrojar el teléfono a un lado, desenvolverse de su bata y meterse en la bañera humeante. Ella cerró los ojos para descansar y dejar que el calor del agua la calmara, con lo cual pronto sus párpados se volvieron pesados.
Unos años atrás su padre había fallecido y ahora su madre estaba gravemente enferma, cosa que inquietaba a su tío Aydin la mayoría de los días y terminaba causándoles problemas a todos. Aunque solo llevaba unos días trabajando en la empresa, ya la mujer estaba agotada.
Antes de que pudiera caer en un sueño profundo, pudo distinguir vagamente unos pasos sordos afuera, y pese a que parecían cercanos, ella no se atrevió a abrir los ojos ni salir de la bañera.
No bien escuchó un "pum" amortiguado, se puso del todo alerta.
"¿Quién es?", preguntó al tiempo que se envolvía con rapidez en su bata de baño para abrir vacilante la puerta con los ojos bien abiertos.
La luz brillante que emanaba del pasillo dificultaba ver la cara del hombre y ella estaba aterrorizada por el repentino ruido que causó, y cuando al fin reconoció su rostro se le aceleró el corazón.
"¡Cálmate, soy yo!", dijo este arrastrando las palabras en un tono bajo y ronco, y la mujer podía oler el alcohol desde donde estaba.
El cuerpo tenso de Janessa se relajó un poco ante la voz familiar y regresó adentro por instinto. Ella miró con cautela a Rayan, quien obviamente estaba ebrio.
"Me estoy bañando en este instante. ¡Debes irte!", le ordenó con un temblor en cada palabra, además de una pizca de vergüenza en ellas.
El hombre la observaba con ojos nublados y una expresión indescriptible en sus rasgos afilados, lo cual era muy diferente de la dominación que normalmente irradiaba.
Con cada paso que se le aproximaba, el cuerpo de esta se enroscaba en tensión y su respiración se volvía más irregular, pues sin importar todo el tiempo que había pasado, ella todavía no podía olvidar lo que él le había hecho en su noche de bodas. Nadie debería sentir ese tipo de dolor en su vida.
Él se tambaleó en su camino a la bañera mientras se quitaba la corbata cuando miró a la mujer y le lanzó un bufido. Sus ojos viajaron desde el rostro de esta, pasando por la delicada piel blanca de su cuello hasta que llegaron a sus delgados muslos, y la sonrisa vulgar que tenía se ensanchó.
"¿De verdad eres tú? Podría jurar que te habías mudado. ¿Por qué volviste?". El hombre se inclinó al nivel de sus ojos y la evaluó con frialdad, pero estaban tan cerca que sus narices se tocaron y el alcohol en su aliento envolvió los sentidos de ella.
Tensando sus labios, la mujer apretó con más fuerza la bata de baño que la cubría. "¿Qué quieres?", cuestionó mirándolo a los ojos, en los cuales pudo ver reflejada su propia expresión de pánico.
Aunque ya habían tenido relación, ella todavía se aterrorizaba cada vez que él iniciaba la intimidad entre ellos.
"¿Tienes curiosidad por ver qué voy a hacer?", preguntó él, borrando la sonrisa de sus labios. Acto seguido la agarró por la nuca con fuerza y le dio una expresión amenazadora como un lobo mostrando los dientes. "¡Señora Lu, creo que debería ser yo quien haga el interrogatorio aquí! ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¡Respóndeme!".
Cerrando los ojos con fuerza, ella tembló cuando él levantó el tono.
Sin embargo, decidió complacerlo y le explicó casi en un susurro: "Tengo algo de lo cual ocuparme en la empresa. Intenté llamarte, pero no contestaste". La verdad era que logró sonar más tranquila de lo que se sentía.
La mirada maliciosa de Rayan se desvaneció, por lo que se podía decir que no estaba tan furioso como unos segundos antes.
Entonces aflojó su agarre sobre ella, y sus ojos se abrieron poco a poco hasta que se enderezó y tiró su abrigo al suelo. Enseguida comenzó a desabotonarse la camisa a un ritmo minuciosamente lento sin dejar de sostenerle la mirada con un destello de peligro en sus ojos.
El corazón de Janessa latía con fuerza mientras trataba de cubrirse todavía más con la bata, enrojecida de vergüenza.