Nunca me había sentido parte de la familia Ferrer. Cada vez que cruzaba las enormes puertas de la mansión, el aire se volvía espeso, sofocante, como si me advirtiera que no pertenecía a ese lugar. El retrato familiar en el salón me lo recordaba constantemente: mi lugar no estaba ahí. Era la hija ilegítima, la sombra que Victoria, mi madrastra, deseaba borrar.
Crecí escuchando las historias sobre mi madre, Galadriel Montenegro, una mujer fuerte y hermosa que, según mi madrastra, nos había abandonado a mi padre y a mí para huir con otro hombre. Desde que tengo memoria, Victoria ha usado esa historia para humillarme, para recordarme que no era más que el resultado de una relación que nunca debió haber existido. Lo peor de todo es que mi padre, Alejandro Ferrer, aunque amoroso en su forma distante, nunca contradecía esa versión. Nunca supe si era porque la creía o porque simplemente prefería guardar silencio.
Hoy, el silencio en la casa era aún más denso de lo habitual. Recibí una llamada de mi padre esa misma mañana, pidiéndome que me presentara en su despacho. Su tono era frío, más seco de lo habitual. Algo no iba bien, lo sentía en el pecho.
Cuando entré en el despacho, el ambiente era insoportablemente tenso. Mi padre estaba sentado detrás de su escritorio, con el rostro más cansado que nunca. Parecía haber envejecido una década desde la última vez que lo vi. A su lado, como una constante sombra maldita, estaba Victoria, con su habitual expresión de desdén. Y por supuesto, Valentina, mi "hermana", con esa sonrisa de autosatisfacción que tanto detestaba.
-Siéntate, Sophía -dijo mi padre, señalando una silla frente a él.
Me senté, sintiendo una opresión en el pecho que crecía con cada segundo. Algo grave estaba por venir, podía sentirlo.
- Hola a ti también papá y ... "familia"!!- saludé sarcástica y sonreí,pero borre mi sonrisa al ver su rostro serio
-La situación de la empresa es grave, no estamos para bromas -empezó mi padre, masajeandose las sienes con frustración-. Está al borde de la quiebra.
Ahhh, claro que lo estaría. Tiene dos sanguijuelas que se le han chupado la sangre!!- pensé para mí, pero lo que no entiendo es que puedo hacer yo siendo solo una abogada, una que a él no le gustaba porque le recuerdo a mamá.
-¿Qué pasó? -pregunté, intentando mantener la calma. Sabía que mi padre había tomado decisiones equivocadas en los últimos tiempos, pero siempre había confiado en que encontraría una solución. No podía creer que estuviéramos al borde del colapso. O que ellos estuvieran.
Antes de que pudiera procesar más, Victoria habló, con ese tono glacial que siempre me cabreaba.
-Hay una solución -dijo, fingiendo preocupación, pero sus ojos brillaban con malicia-. Pero requiere un sacrificio.
Un sacrificio... ¿de quién? Sentí una punzada de nerviosismo, no lo voy a negar. La respuesta estaba en las sonrisas burlonas de Victoria y Valentina. Ya sabía lo que venía, lo había presentido desde que entré en esta habitación. Todo esto era una trampa.
-Primero por partes,-sugerí ya que solo me han dicho cortos de historia-que paso con la empresa? Y luego la solución, no te parece que debería ser así Victoria?- la mire mal, odio a esa mujer tanto como ella a mí, sus maltratos sus humillaciones, no sabe cuánto la odio en verdad!!
-Dante Moretti ha hecho una oferta -continuó mi padre, como si cada palabra le costara -. Está dispuesto a saldar nuestras deudas y salvar la empresa... a cambio de que te cases con él.
El silencio que siguió fue demoledor. Sentí como si alguien me hubiera dado una bofetada y luego me lanzó un balde de agua fría. ¿Casarme con un hombre al que no conocía? ¡En pleno siglo XXI!? Era ridículo, inaceptable. Mi indignación estaba a punto de explotar.
-¿Esto es una broma? -pregunté, mi incredulidad estaba mezclándose con la rabia-. ¡Esto no puede ser en serio!
-Es la única opción -respondió mi padre, evitando mirarme directamente-. Si no lo haces, perderemos todo.
Las palabras de mi padre me atravesaron como una daga. No era una petición, era una orden. Todo lo que había hecho por esta familia, por esa empresa, no significaba nada si no cumplía con esta... obligación. Sentí que la ira comenzaba a subir desde el fondo de mi ser.
¿Por qué yo? Sabía la respuesta. Valentina, la hija de papi y mami, jamás sería sacrificada de esta manera. Para Victoria, yo no era más que la hija del error de mi padre.