Primer cuento de Escorpiones:
Alguna vez, en un bosque lejano, un joven escorpión necesitaba con urgencia atravesar un pequeño lago para ir de nuevo a casa. Pronto hacia él se acercó una tortuga y le pidió que lo ayudara a pasar, ésta no se negó y lo llevó arriba de su caparazón. En mitad del lago, la tortuga sintió una punzada muy fuerte, supo que el escorpión la había picado y sentía como su veneno mortal le recorría el cuerpo.
—¡Pero qué hiciste, ahora moriremos ambos! —reclamó la tortuga que empezaba a hundirse.
—Lo siento, pero así es mi naturaleza.
"Es la naturaleza de los escorpiones hacer daño, no importando si se lastiman ellos mismos..."
***
No tuvo más opción que soportar el enorme peso de no ser un legítimo Raine, y ver como su sangre advenediza se corroía frente a la pureza de la verdadera tiranía. No había a dónde ir ni a quién preguntar qué era lo que estaba pasando. Su corta vida como hijo heredero se estaba acabando, la estaban tirando al desagüe hacia un lugar del que no se podía rescatar nada, un lugar donde olvidaría lo que era.
Vio con dolor absoluto como le acercaban lo papeles y tuvo que abstenerse de preguntar. ¿Quién iba a decir que su padre adoptivo tuviera tan fuerte As bajo su corrupta manga?, el hombre nunca perdió las esperanzas de ver al hijo bastardo que le quitó el amor de su esposa, humillado y con la cabeza abajo. Consiguió parte de sus propósitos, pero Samuel, jamás bajaría su frente, no importando lo mucho que el alma le estuviera doliendo. Su habitación ya no sería más el refugio de su soledad, ni la oficina en la que soñaba estar algún día, sería la torre para ver el mundo como un dios, ahora viviría su vida como un mortal, muy pobre y muy solo. Sin embargo, agradeció que a su pequeño hermano, también adoptado por la familia Raine, le hubieran dado un trato diferente.
—Señor Samuel, por favor, firme en este último lugar y todo estará terminado. —Como si firmara su sentencia, el ya no «Raine», al menos en poder, tomó la pluma en sus dedos y firmó lo que la mujer, madre del ahora heredero, había designado para su vida. Que irónicas eran las palabras del abogado, todo estaría terminado, todo se consumiría, moriría de seguro, ya no sería heredero, ya no sería rico, ya no sería un Raine.
¿Imaginó alguien acaso que Peter Raine, jugó con su sexo inquieto y engendró un hijo legítimo sin que nadie lo supiera? Peor aún ¿imaginó alguien que ese heredero sería la pieza que Peter manipularía desde el más allá, para desposeer de todo, a Samuel, quien todo se lo arrebató?.
Nadie lo creería, pero la mujer que llevó la sangre sucia en su vientre pondría a su hijo, el legítimo de sangre, a la cabeza de las mesas Raine, despojando al joven que fue sacado de un orfanato para que controlara ese mundo. Ahora, regresaría a otro. Peter debió odiarlo mucho como para dejar un testamento alterno que dijera que su hijo perdido heredaría a la edad de 18 años sin importar quien o quienes estuvieran en la cima de las industrias.
Terminó de firmar el joven altanero, de mirada como el cielo. La mujer, la madre del nuevo Raine, le miró y se sonrió con malicia, la misma que tenían las brujas, las reales.
Su destino ahora con apenas 17 años, era el ir a vivir a un internado que le designaron los abogados, uno fino, uno muy a su altura, hasta que cumpliera la mayoría de edad y saliera a hacer su mundo, junto a su hermanito. Vio entonces como el otro chico se sentó en su antes trono, no obstante, Samuel se dijo para sus adentros que volvería victorioso a ese lugar.
—Señor Raine... señor Samuel, lo llevaremos ahora mismo al internado, síganos de inmediato, el trayecto será corto y sus cosas ya se encuentra allá.
Samuel viró a verlos a todos y su expresión como era costumbre asustó, profetizó. Volvería. Por ahora debía someterse pues sus años no alcanzaban para sus propósitos.
—Jovencito, te aseguro que dejas la compañía en excelentes manos, ¿Qué mejor que un verdadero Raine para manejarla? —y la mujer se sonrió de nuevo con malicia, sabiendo cuán perjudiciales eran esas palabras para Samuel. Hasta ahí habían llegado todos sus esfuerzos, sus luchas, su sueños por hacer en un futuro de esa compañía un asunto de bien. Se subió al auto con el uniforme que debía de nuevo portar, y se sintió extraño, él no usaba esas prendas desde hacía mucho tiempo, desde que fingía aprender cosas que él ya sabia con un grupo de niños jugando a diseñar. Se sentía incómodo pero sabía hacia donde se dirigía esa incomodidad, ya no era el dueño de nada ni de nadie, ya no podía combatir por el trono de las empresas de tecnología. Porque su tiempo había expirado, caducó por fin su licencia para gobernar y se volvió una persona más, un susurro en las bocas de los empresarios que extrañarían del futuro joven CEO su ingenio para divertirlos, pero el tiempo sería la amalgama perfecta entre neblina y olvido.
Pronto entonces, el nombre de Samuel Raine se convertiría en murmullo, ya no dolería extrañarlo y cuando no dolía, se empezaba a olvidar y cuando se olvidaba era como si jamás se hubiese existido, así entonces Samuel Raine dejó de hacerlo.
***
Lo llevaron muchas horas por un camino que él nunca había recorrido, tenía mucha hambre y sentía miedo que su estómago empezara a replicar por ser atendido. Por fin el auto se detuvo en un lugar, que no parecía ser del que le habían hablado.
—Jovencito, bájate, ya llegamos.
—Espere un momento, este no es el internado que me fue asignado, no moveré un pie fuera de este auto sin que me explique que sucede.
—¿Se le olvidó acaso, señor, que usted no es más que un bastardo ahora?, agradezca que tiene al menos un lugar donde dormir, si no le gusta, también podemos sacar a su hermano, que sí está en un bello lugar. O si lo prefiere, también la calle puede hacerle los honores. Ahora, ¡baje del auto y siga al abogado que hablará con el director de este lugar!
Lo sacaron a la fuerza y tuvo entonces el joven el primer contacto visual con el exterior de la que sería su casa por lo menos un año. Era un reformatorio, nada más y nada menos. El soñado internado se reducía a una escuela con barrotes y mala actitud. Todos lo conocía y las miradas de burla hacia su ser no se hicieron esperar. Mas Samuel, nunca bajó la cabeza ni dio el gusto a nadie de verlo herido.
Los rostros eran de terror, miradas de odio, deseo y muerte se encontró en el corto trayecto que lo llevaba de la entrada a la tan mencionada oficina del director. Lo recibieron sin bombos ni platillos, sin reverencias, lo recibieron como un chico más en el mundo. Entonces lo supo, la madre del otro Raine, quería asegurarse de tenerlo lo más lejos posible de la vida glamurosa para que no hiciera contacto alguno con el exterior y así fuera sólo un hombrecillo y minar por completo su anhelo de salir de ahí, a ser de los mejores empresarios, como era el augurio.
—Señor, Samuel Raine, acompáñeme al salón donde tendrá sus clases de ahora en adelante. Este es un reformatorio donde traen chicos problema, le recomiendo que cambie su actitud o harán que la cambie a la fuerza. Aquí todos son iguales a usted, si no hace su trabajo, no come, si lo castigan los maestros duerme a la intemperie ¿entiende usted? —Pero Samuel no respondió porque aún no digería la idea de estar ahí. Su mundo se reducía ahora a un cuarto con muchas camas y en cada una de ellas una miseria diferente.