POV Pandora Muller
Voy corriendo bajo la lluvia en la medida que puedo. Es raro que en pleno enero esté lloviendo tan intensamente como esta mañana. Debo tomar el autobús para llegar a la clínica a hora, porque con este tiempo es imposible que llegue a pie a pesar de que me queda a solo quince cuadras de casa.
El bus en el que me subo está, para variar, repleto. Además, va a pasos de tortuga y bastante retrasado debido a la lluvia. Estoy nerviosa, no me gusta ser impuntual y menos en mi trabajo. Las personas indisciplinadas siempre me han disgustado y no pretendo ser una de ellas.
Este es el penúltimo mes de práctica como médico residente en la Clínica Sagrado Corazón y mis ganas de terminar la carrera y empezar a trabajar son enormes. Mi sueño es seguir estudiando y especializarme hasta ser una profesional prestigiosa.
La poca posibilidad económica de mis padres me ha limitado mucho y es lo que deseo cambiar una vez que empiece a ganar mi propio dinero. Terminar mis prácticas, encontrar un buen trabajo e independizarme, son mis objetivos principales.
Siempre he sido una excelente estudiante porque es así como me inculcaron mis padres, también a cumplir con mis propios medios mis sueños y metas.
Soy cardióloga, aunque aún no he recibido mi título oficialmente, mis prácticas en la clínica me han ayudado a mejorar y estoy feliz con lo que aprendo día a día.
A pesar de que, cuando solicité mi pasantía no pensé que me asignarían ser ayudante de quirófano, es todo un desafío que, gracias al doctor Rivas, una eminencia como cirujano y uno de los más antiguos de la clínica, he logrado sobrellevar con mucho éxito.
Me encanta mi profesión y me considero una principiante afortunada al estar acompañada de excelentes profesionales. Todos mis compañeros de trabajo son personas muy capacitadas y me he hecho amiga de todos, especialmente de Lucy, una licenciada en enfermería quien fue la que más paciencia y ayuda me brindó desde que empecé.
Ninguno de ellos me ha tratado de menos en los procedimientos, sino como una más de ellos. Si bien, al comenzar, me ponía generalmente nerviosa, luego me fui adaptando, porque no es lo mismo estar en clases y tomar notas que ser partícipe de una cirugía real a corazón abierto.
El doctor Rivas, quien tiene problemas de salud, ha solicitado su retiro voluntario, según me contó Lucy. No pasa un día que no ruegue a Dios que ocurra un milagro y decida quedarse, al menos hasta que yo termine mi pasantía.
Mis prácticas diarias duran 8 horas de lunes a viernes, aunque a veces debo quedarme hasta que una cirugía se acabe, especialmente si es larga y compleja. No me importa en absoluto estar hasta el final independientemente de la hora que termine, de todo eso depende mis notas y aprender es algo que nunca está de más en esta área.
Después de terminar las prácticas y llegar a casa, hago anotaciones de todo lo que aprendo en el día. Eso es algo que mi padre me enseñó a hacer y me ha servido y servirá mucho, especialmente cuando ejerza mi profesión.
Ningún caso es igual al otro y no todos los pacientes necesitan el mismo tratamiento, por eso mis anotaciones son muy valiosas para mí.
Cuando el autobús llega por fin a mi destino, voy corriendo hasta el piso de cardiología; ya han pasado más de quince minutos de mi hora de entrada y eso me tiene con los nervios a flor de piel.
Entro a mi sección y me visto rápidamente antes de pasar al quirófano.
—Amiga, al fin llegas —Lucy me recibe agitada dentro del cubículo—. Allí adentro las cosas están que arden. Será mejor que te prepares.
—¿Por qué? ¿Es por qué llegué tarde? —Me pongo rápidamente el mameluco y la cofia para ir al quirófano.
—Sí, apúrate. Ya sabes que aquí no se puede retrasar nada, solo te estamos esperando a ti. El doctor ya está enojado.
—Imposible —Me río un poco de lo que dice—. El Doctor Rivas no se enoja nunca.
—Ese precisamente es el problema, Dora. No es el doctor Rivas. Tengo entendido que ayer fue su último día en Sagrado Corazón.
—Eso no lo esperaba —Un pesar me embarga al enterarme—. ¿Y quién es el nuevo doctor? ¿Tú lo conoces?
—Es un cardiólogo alemán bastante joven.
—¿Y qué hace un médico alemán aquí en un país tercermundista? —Lucy me ayuda a atar lo último de mi atuendo y me coloca los guantes.
—Según oí por ahí, es un doctor prodigio, uno de los mejores de su país y viene para un intercambio de cultura por un año.
—¿Eso es bueno o malo?
—Si no fuera un hombre tan arrogante y malhumorado sería un guapo por quien pelear entre las chicas.
Entramos juntas y la tensión en el quirófano es evidente a primera vista. Mi amiga tiene razón, el Doctor está enojado y todo por la maldita lluvia que no me dejó llegar a tiempo.
A pesar de que está de espaldas, pido disculpas, y esté se da vuelta dedicándome una mirada de fastidio y mucha, mucha molestia. Me estremezco cuando nuestras miradas se conectan, es tan gigante que me siento como una hormiga a punto de ser aplastada frente a él.