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El réquiem de un corazón roto
El dulce premio del caudillo
Los Mellizos del CEO
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Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Las primeras luces del amanecer comenzaban a teñir el cielo cuando Mario, como cada día, realizaba su recorrido por las calles desiertas. Con la escoba en una mano y el carrito rechinante en la otra, el trabajo de barrendero le había enseñado a apreciar los pequeños detalles en la monotonía de la vida. Sin embargo, ese día algo lo sacaría de su rutina. Al llegar a un parque solitario, vio una cartera de cuero tirada cerca de un banco. Su instinto le decía que la ignorara, pero la curiosidad fue más fuerte.
Al abrirla, descubrió varios billetes cuidadosamente guardados y una llave dorada que brillaba débilmente con la luz del sol naciente. Sin saberlo, Mario había encontrado mucho más que una simple cartera; había hallado la llave a un futuro incierto.
Aquí está el Capítulo 1 en ambos idiomas, español y portugués, con intriga y diálogos.
El sol apenas comenzaba a despuntar cuando Mario terminó de barrer la última calle de su recorrido habitual. La ciudad despertaba lentamente, y él se apresuraba a regresar al depósito municipal para dejar sus herramientas. Mientras caminaba, su mente volvía insistentemente a la cartera y la llave dorada que había encontrado unas horas atrás en el parque. Aunque al principio pensó en entregarla a la policía, algo lo hizo detenerse. ¿Y si el dueño no aparecía? ¿Y si esa llave tenía algún valor oculto? La curiosidad se agitaba dentro de él, como un animal que no había sentido hambre en mucho tiempo.
Cuando llegó a su modesto apartamento, en un barrio viejo y descuidado, se dejó caer en la cama sin siquiera quitarse los zapatos. El cansancio lo invadía, pero la intriga era más fuerte. Sacó la cartera de su bolsillo y volvió a examinarla. Era de cuero negro, un poco desgastado en los bordes. Dentro, había unos quinientos euros en billetes y la misteriosa llave dorada. No había documentos que indicaran la identidad del dueño, solo una pequeña tarjeta con un número escrito a mano: "482".
-¿Qué significa esto? -murmuró en voz alta, con la llave girando entre sus dedos. Era pequeña, no mayor que el dedo meñique, y tenía un diseño peculiar. El mango estaba adornado con un intrincado grabado de un sol y una luna entrelazados. Mario no podía sacudirse la sensación de que había algo especial en esa llave, algo que le llamaba.
Decidió hacer lo que cualquier persona en su situación haría: preguntar al único amigo que tenía, Jorge, un hombre que trabajaba en una tienda de antigüedades y siempre había tenido un interés particular por lo inusual.
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La campana sobre la puerta de la tienda de Jorge sonó suavemente cuando Mario entró. El lugar era oscuro y estaba repleto de objetos curiosos, desde relojes antiguos hasta estatuillas de culturas exóticas. Jorge, un hombre bajo y corpulento con una barba grisácea, levantó la mirada desde el mostrador.
-Mario, ¿qué haces por aquí tan temprano? -preguntó con una sonrisa amigable-. ¿Encontraste algún tesoro mientras barrías las calles?
-Algo así -respondió Mario con una sonrisa nerviosa, sacando la llave del bolsillo-. Mira esto. La encontré en una cartera junto a un montón de dinero. No sé si es valiosa o solo un adorno.
Jorge la tomó y la examinó con detenimiento, girándola bajo la luz.
-Es curiosa, ¿eh? -dijo finalmente-. Este grabado no es común. Parece algo simbólico... ¿Has pensado en lo que puede abrir?
Mario se encogió de hombros.
-No tengo idea. No había nada más en la cartera, excepto un número. "482". No sé si tiene algo que ver con la llave o con otra cosa.
Jorge lo miró con una expresión pensativa.
-Podría ser una taquilla, un casillero, o tal vez el número de una caja de seguridad. Hay muchas posibilidades, amigo. -Luego hizo una pausa y añadió en tono conspirador-. Si quieres mi consejo, yo buscaría en los alrededores del lugar donde la encontraste.