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La Heredera de la Mafia

La Heredera de la Mafia

TheShadowNigth

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Capítulo

Vittoria nació para ser un Capo de la Cosa Nostra, lo lleva en la sangre, no para ser la mujer de un mafioso, por eso, cuando Francesco (el hijo del Capo di tutti Capi y heredero del puesto) se fija en ella y declara que será su mujer, las cosas se vuelven una locura: Vittoria no lo puede ni ver. Un problema les obligará a tener que trabajar juntos, lo que se volverá complicado cuando lo único en lo que puede pensar ella cuando lo ve, es meterle una bala entre ceja y ceja y él desnudarla y averiguar hasta dónde llegan sus tatuajes y cuántas armas se carga encima. La búsqueda le parece excitante... No obstante, en una relación donde hay dos líderes demasiado necios para ceder ante el otro, ¿quién lleva realmente los pantalones? ¿El Diablo le teme a la Muerte?

Capítulo 1 Prólogo

Un golpe es dado en la mejilla del hombre atado a la silla, fuerte, al punto de hacerle voltear la cabeza hacia el lado opuesto y escupir sangre, tanto desde el corte ahora presente en su labio, como el del interior de la boca y la brecha que ya tenía en la mejilla.

Saboreando el hierro en su boca, el atado sabe en su mente que esto iba a ser un problema, no le iba a gustar nada cuando lo viera así...

Agarrándolo con fuerza del cabello, el golpeador lo hace alzar la cabeza hacia la luz que hay sobre su cabeza y lo obliga a mirarlo, sonriendo ante las heridas que le ha provocado.

-Ahora ya no eres tan rudo, ¿no es así? Reducido, golpeado, ¿dónde está el tipo malo que tanto se cree? ¿Dónde quedó el diablo del que todos hablan?

"El Diablo está muy arrepentido de no haberle hecho caso cuando le dijo que se llevara a sus hombres con él, y no porque lo hayan agarrado y golpeado, sino por el desastre que se vendría encima luego".

-¿Qué es lo que quieren? ¿Demostrar que son hombres golpeando a un hombre atado?

-Somos hombres, mucho más que ustedes, lo suficiente como para hacerle frente a la familia Zanini sin miedo alguno.

El maniatado lo observa con una ceja alzada, lo cual parece molestar a su atacante, quien lo agarra de la pechera de la camisa (antes blanca impoluta y ahora rojo escarlata, lo que sería otra razón para que lo "castigaran" cuando todo eso terminara) y lo alza hacia él, enfrentándose cara a cara con el pelinegro, el cual ni siquiera se inmuta ante su arrebato de furia.

-Mira, idiota, yo soy el Diablo, es verdad, pero si no me sueltas pronto, vas a saber qué es lo único a lo que le teme el rey del Infierno.

-¿Le tienes miedo a algo? ¿A qué? ¿A morir?

-No, a morir no, y no es a algo, es alguien, y cuando conozcas a esa persona, te aseguro que tú también le temerás, al punto de hacerte en los pantalones solo por escuchar su nombre, si es que sobrevives, claro está.

-Eso lo dudo mucho, ¿quién podría ser capaz de hacer algo así?

No alcanza a responder, porque justo antes de que siquiera abra nuevamente su boca, una fuerte explosión se escucha y sacude la estancia en penumbras, haciendo que caiga polvillo del techo. Todo el mundo se pone en alerta ante esto, excepto el maniatado, el cual maldice en silencio por el problemón en que estaba metido y que se acercaba por el pasillo. Bueno, ya lo había dicho antes, quizás debió haberle hecho caso...

-¿¡QUÉ DEMONIOS FUE ESO!?

El atacante saca una nueve milímetros y el pelinegro no puede menos que reírse al ver eso, lo que hace que el otro lo mire con mala cara.

-¿De qué carajo te estrás riendo, maldito infeliz?

-De que crees que eso te servirá de algo. Te lo dije, hay una sola cosa a la que el Demonio le teme y ahí viene.

-¿Y quién carajo es?

Con una sonrisa de lado, mientras más disparos se escuchan, tanto espaciados como continuos, lo que indica claramente el uso de ametralladoras, el pelinegro suspira antes de responder.

-Mi mujer.

Las palabras del maniatado a penas alcanzan a ser procesadas por el cerebro del secuestrador, cuando una nueva explosión manda todo al carajo, ésta vez en la puerta misma de la habitación, haciendo que caños del techo revienten y caigan empapando todo el suelo, el fuego y partes de escombros manchen las paredes y el suelo y todos salgan disparados hacia los muros del recinto, matando a algunos (ya sea por el golpe o por las heridas provocadas por los escombros). El secuestrador y el de la silla caen al suelo por la onda expansiva, y aunque logra recuperarse con relativa rapidez y alzar su arma hacia el punto de donde vino el ataque, el polvo no le permite ver nada, lo que lo hace temblar.

¿Quién carajos era esa mujer que había hecho semejante desastre y hasta era el terror de uno de los mafiosos más peligrosos de toda Italia? Si mandaba hombres a hacer una incursión tan destructiva, seguro no era de las que pedía que tomaran rehenes, si quería salir vivo, tendría que escapar en cuanto pudiera. Un grito que reboza de furia, lo hace echarse a temblar y que el otro maldiga por lo bajo.

-¡FRANCESCO ZANINI! ¡¿DÓNDE CARAJO ESTÁS?! ¡CUANDO TE ENCUENTRE Y TE SAQUE DE AQUÍ, JURO QUE PATEARÉ TU TRASERO DE AQUÍ HASTA LA CASA POR IDIOTA!

Síp, definitivamente éste error le saldría muy caro...

Con el arma en las manos, esforzándose por no temblar, respira agitado por el miedo mientras el polvo empieza a disiparse y una silueta comienza a tomar forma del otro lado de la estancia, en la puerta ahora inexistente. Tarde se da cuenta de lo que está viendo: bajo el umbral destrozado, hay una mujer de cabello color fuego, ojos negros como la noche y un gesto en su rostro que asustaría hasta a la mismísima muerte. La definición perfecta de "hermosa, pero letal". Lleva puesto un traje negro de combate con pesadas botas militares y, lo que más le asombra, UNA MALDITA BAZUCA EN SU MANO Y SOBRE SU HOMBRO.

¡ELLA ERA QUIEN HABÍA VOLADO LA PUERTA!

Tragando con dificultad, el secuestrador intenta parecer firme, sin obtener mucho éxito mientras la mujer pelirroja deja caer la bazuca sin mucha parsimonia, saca una Glock de su espalda y mata a todos los que nota que aún respiran a media que se acerca al que aún le apunta, sin siquiera mostrar un atisbo de preocupación por ese hecho.

Cuando solo quedan los tres, la mujer deja caer el cartucho ahora vacío y lo reemplaza en un movimiento ágil, el cual hace retroceder al secuestrador, aunque no lo logra mucho, pues solo un paso más y su espalda choca contra la pared.

Eso lo devuelve a la realidad: armas o no, ella era una mujer, simple, y él un hombre, un asesino, esa puta con ínfulas de grandeza no lo iba a intimidar. Se sintió estúpido por un momento, pues todo eso que lo hacía ser fuerte y que otros le temieran, había desaparecido momentáneamente. Es verdad que "El Diablo" había dicho que ella era lo único a lo que le tenía miedo y que había hecho un desastre en cuestión de minutos, mas no dejaba de ser una mujer, él era más fuerte y malo que cualquiera.

Con eso en mente, aprieta los dientes y hace un disparo, aunque no da en el blanco en absoluto ni consigue dar otro, pues la pelirroja no solo lo esquiva, sino que, además, se mueve rápido y, antes de saber bien qué fue lo que pasó, ya está nuevamente contra la pared, sin aire en sus pulmones, dolorido en el abdomen, sin su arma y con la mano fracturada y entre las de ella.

-Maldito imbécil, vuelve a intentar algo así y en lugar de simplemente matarte por llevarte a mi esposos, te torturaré por días y te desollaré vivo para hacerme una funda nueva para mis armas y una alfombra para los perros, ¿está claro?

No consigue contestar, de una nueva patada en la cabeza, el tipo cae inconsciente y el pelinegro suspira con resignación: puede que ella no haya dicho nada aún, no obstante, ahora que ya no había más interrupciones, era obvio que le tocaría reprimenda a él.

De un momento a otro, la silla ya no está en el suelo, está nuevamente de pie y, frente a él, está esa pelirroja infernal, la cual lo mira con los ojos entrecerrados, lo que obviamente no significa nada bueno para él.

-Hola amore...

-Amore y un cuerno. Leche, eso era lo único que tenías que traerme, un maldito cartón de leche. Te dije, llévate a algunos guardias, al menos uno, los estúpidos de los hombres de Di Nunzio están dando vueltas, y aun así, ignoras mi advertencia. ¿Eres idiota o qué? No pienso quedarme viuda antes de cumplir un año de casados.

-Lo siento, preciosa, no quise preocuparte. No pensé que fueran tan idiotas, porque, vamos, soy El Diablo.

-Sí, lo eres, "El Diablo Idiota", eso es lo que eres. Debería cumplir mi amenaza de llevarte a patadas a casa, ¿conseguiste al menos el cartón de leche?

-Quedó en mi auto.

Vittoria suspira con cansancio y se acerca más al pelinegro, quien traga con dificultad. Amaba a su esposa, pero en serio, ella daba miedo cuando estaba furiosa. Si él era El Diablo, definitivamente ella era la muerte misma.

-Ésta noche, te haré pagar cada segundo que pasé metida en esto y cada disgusto que me hiciste agarrar hoy, no vas a levantarte de la cama en toda la jodida noche, y mañana, tú serás quien limpie la sangre de esa ropa, ¿está claro? Greta no tiene por qué sufrir y perder tiempo intentando desaparecer las consecuencias de tu estupidez, ¿fui lo suficientemente clara?

-Por supuesto, amore, será todo un placer.

La sonrisa de la pelirroja promete venganza y él la aceptaba porque, aunque sabía que la tendría difícil, los castigos de ese tipo de su mujer, eran lo mejor que lo podía pasar en su día a día.

Un último disparo se escucha en la habitación, el secuestrador por fin muere y, luego de ordenar que se deshagan de todo a sus hombres y de desatar a Francesco, ambos salen del sitio juntos, él tomándola en brazos de sorpresa y besándola con hambre.

Y pensar que hacía un año y medio más o menos, ella no podía siquiera verlo y lo odiaba...

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