Una esposa para mi hermano
Yo soy tuya y tú eres mío
El camino a reparar tu corázon
Vuelve conmigo, amor mío
El regreso de la heredera adorada
La segunda oportunidad en el amor
Tener hijo con mi mejor amigo
Enamorarme de ella después del divorcio
El amor predestinado del príncipe licántropo maldito
¿Quién se atreve a cortejar a mi reina encantadora?
"Algo me pica y me incomoda… Ayúdame".
Eliana Pierce sintió que su cuerpo ardía. Se retorció, besó con devoción la nuez de Adán del hombre y le rogó que tuviera sexo con ella.
Nadie podría rechazar a una mujer tan hermosa como ella. Era bonita, encantadora y sensual.
"Tú lo pediste", pronunció el hombre, y su nuez se balanceó de arriba abajo. Cautivado por sus encantos, la tomó por la cintura, la levantó, y se inclinó para empezar a penetrarla.
"Ugh...". La chica comenzó a gemir por el placer.
Por el sonido de su voz, era difícil saber si sentía dolor o estaba excitada, y pronto, su arrollador deseo la obligó a tomar al chico por los hombros con desenfreno.
Las embestidas rápidas y duras del hombre la hicieron alcanzar el orgasmo en cuestión de nada y, tirada en la cama, su cuerpo temblaba como una hoja seca.
Estaba muy agotada, quería descansar y, antes de cerrar los ojos, vislumbró una llamativa cicatriz en el pecho sudoroso de aquel sujeto.
A la mañana siguiente, Eliana se despertó con resaca.
Nada más abrir los ojos, sintió el dolor recorrerle el cuerpo, en especial en la parte inferior, y se frotó las sienes, en un intento de recuperar la sobriedad.
'¿Qué demonios pasó? ¿No estaba bebiendo en la habitación de Erica? ¿Quién era ese tipo con el que me acosté?', se preguntó.
La noche anterior, Erica Duffy la había invitado a una fiesta en un crucero, y luego...
¡Bang! La puerta se abrió de repente.
"¡Dios mío, Eliana! Anoche, tú...".
El asombro estaba escrito por toda la cara de Erica, pero el hombre a su lado, Asher Harrison, se veía todavía más sorprendido.
Presa del pánico, Eliana se cubrió con la sábana, pero no fue suficiente para cubrir los chupetones que tenía por todo el cuerpo, especialmente en el cuello y los brazos.
Además, el aroma que desprendía el cuarto indicaba que, en efecto, había tenido sexo con un hombre la noche anterior.
"Asher, yo no…". Eliana quería explicarle a su novio lo sucedido.
"Eliana, ¡de verdad le pediste a un gigoló que se acostara contigo! ¿Cómo pudiste hacerlo? ¡Engañaste a Asher!", clamó Erica, indignada. Parecía que era ella a la que acababan de serle infiel.
En ese momento, Eliana la miró con incredulidad, y exclamó:
"¡Yo no hice nada! Erica, ¿por qué mientes?".
En apenas unos segundos, Eliana pensó en todo lo ocurrido anoche y ató cabos.
"¿Qué demonios...? Ya entiendo… ¡Asher! Erica preparó todo esto, yo...".
"¡Cállate! ¡No eres más que una puta!", rugió Asher, interrumpiéndola. Sus ojos brillaban con rabia, y su voz estaba cargada de asco.
"Eliana, no eres más que una zorra. ¡Eres igual a tu madre! Las dos disfrutan seduciendo a los hombres. Si ella no hubiera hecho algo tan estúpido, el Grupo Pierce jamás habría quebrado. ¡Es su culpa que el Grupo Pierce terminara así!", clamó el varón.
"¿De qué hablas, Asher? ¿Qué le pasó a mi madre?", preguntó Eliana.
Se sentó en la cama, y su mente quedó en blanco.
"¡No vuelvas a mostrarme tu cara!", espetó el chico y se marchó enojado. Una vez estuvo lejos, Erica pintó una sonrisa pícara en sus labios.
"¡Asher, espérame!", chilló.
Eliana recuperó la compostura al darse cuenta de algo, se levantó, se puso una bata de baño y lo siguió hasta la cubierta. Necesitaba hablar con él.
"Asher, ¿qué quisiste decir con eso de recién? ¿Cómo se fue a la quiebra el Grupo Pierce? Y… ¿Cómo murieron mis padres?".
Lo agarró del hombro, visiblemente nerviosa y, al verla en ese estado, la culpa brilló en los ojos del chico, pero pronto fue reemplazada por la ira.
"¡Vete a la mierda! ¿No te acabo de decir que no quiero verte más?", gritó, y trató de librarse de su agarre.