Novia del Señor Millonario
Cariño, déjalo y ven conmigo
El regreso de la esposa no deseada
Yo soy tuya y tú eres mío
Tesoro de CEO
La segunda oportunidad en el amor
La venganza de la heredera genio oculta bajo la máscara
Mimada por el despiadado jefe clandestino
Enamorarme de nuevo de mi esposa no deseada
Mi encuentro con un misterioso magnate
Raegan Hayes estaba un poco distraída.
No podía pensar en nada más que en las palabras del médico. "¡Felicitaciones! Está embarazada".
De repente, Mitchel Dixon le pellizcó fuertemente el brazo. "Despierta", murmuró. "¿En qué estás pensando?".
Antes de que ella pudiera responder, Mitchel la besó fuertemente, sosteniéndole la nuca con amor.
Luego, entró al baño.
Raegan permaneció inmóvil en la enorme cama. Sus mechones húmedos se pegaban a sus sienes y mejillas. Estaba mirando al techo con los ojos llenos de lágrimas. Su cuerpo desnudo le dolía un poco.
Después de un rato, sacó el informe de embarazo del cajón del velador.
Había ido al hospital por un incesante dolor de estómago. Tras un análisis de orina, el médico le dio la noticia. ¡Tenía alrededor de cinco semanas de embarazo!
Era toda una sorpresa. Mitchel y ella usaban protección siempre que tenían relaciones sexuales.
Tras devanarse los sesos, recordó el día de la concepción. Había sido el mes pasado, después de una fiesta. Mitchel la llevó a casa y, de repente, le preguntó en la puerta si estaba en su período seguro.
¡Ahora se daba cuenta de que ese período estaba lejos de ser seguro!
Adentro del baño, se escuchaba correr el agua. Mitchel era su esposo y llevaban dos años casados en secreto. Era su jefe en el trabajo, el presidente del Grupo Dixon.
Todo había sucedido con suma rapidez. Recién la habían contratado en la empresa cuando accidentalmente tuvieron sexo por primera vez después de una fiesta.
Días más tarde, el abuelo de Mitchel enfermó de gravedad. Fue entonces cuando él propuso un matrimonio falso para cumplir el último deseo del anciano.
Ambos firmaron un acuerdo prenupcial y acordaron esconder su matrimonio al público. Era probable que su unión terminara en cualquier momento.
Era una ocasión poco convencional. Sin embargo, Raegan se consideraba afortunada.
Ni en un millón de años pensó que se casaría con el hombre del que estuvo enamorada durante ocho años, así que aceptó con entusiasmo.
Mitchel estuvo muy ocupado después de la boda, ya que trabajaba la mayor parte del tiempo.
Raegan deseaba estar más con él en casa. Pero se sentía tranquila porque no tenía rumores ni escándalos con otras mujeres.
A pesar de su leve indiferencia, Mitchel era el esposo perfecto.
Raegan tuvo sentimientos encontrados mientras observaba el resultado de la prueba de embarazo.
Finalmente decidió contarle la verdad a Mitchel.
También quería decirle que no lo había conocido hacía dos años, sino que lo había amado desde hacía muchos años.
De repente, la ducha del baño dejó de sonar.
En cuanto Mitchel salió, sonó su teléfono, así que salió al balcón con una toalla de baño para contestar la llamada.
Raegan comprobó la hora y vio que ya era medianoche.
No pudo evitar sentirse incómoda. ¿Quién lo llamaba a una hora tan intempestiva?
Mitchel estuvo unos minutos en el balcón. Luego, regresó a la habitación y se quitó la toalla.
Su cuerpo era un espectáculo digno de contemplar. Tenía voluminosos abdominales en su vientre. Sus nalgas eran duras; y sus piernas, largas y musculosas. ¡Era un excelente partido!
No era la primera vez que Raegan lo veía desnudo, pero aun así se sonrojó y su corazón comenzó a acelerarse.
Ajeno a sus miradas errantes, Mitchel agarró su camisa y sus pantalones de traje de la cama, se los puso y se anudó la corbata con sus delgados dedos. Su hermoso rostro tenía un contorno claro que lo hacía verse más digno esa noche.
Era toda una obra de arte.
"No me esperes despierta, buenas noches".
¿Qué? ¿Iba a salir? ¿A estas horas?
Raegan agarró con más fuerza la prueba de embarazo mientras le daba una mirada decepcionada. Inconscientemente retiró la mano. "Ya es muy tarde", soltó después de pensar un rato.
Los dedos de Mitchel se quedaron congelados sobre su corbata. Con una leve sonrisa, le pellizcó el lóbulo de la oreja. "¿Todavía estás cachonda?", preguntó. "¿Quieres que te haga correr de nuevo?".
Raegan se sonrojó hasta la raíz del cabello y su corazón latió más rápido contra su pecho. Estaba a punto de responder cuando Mitchel la soltó. "Pórtate bien, ¿sí? Necesito hacer algo. No me esperes despierta".
Tras esas palabras, se dirigió hacia la puerta.
"Mitchel".
Raegan corrió para alcanzarlo.
Mitchel se dio vuelta y la miró con seriedad.
"¿Qué pasa?".
Había un ápice de frialdad en su voz. Una nube negra descendió sobre ellos mientras se miraban fijamente.
Un poco angustiada, Raegan dijo en voz baja: "Me gustaría visitar mañana a mi abuela. ¿Puedes acompañarme?".
Su frágil y enferma abuela siempre quería verla. Por eso quería llevar a Mitchel y asegurarle que eran muy felices.
"Hablemos mañana al respecto, ¿de acuerdo?". Sin aceptar ni negarse, Mitchel se marchó apresuradamente.
Varios pensamientos rondaban la mente de Raegan mientras se duchaba y regresaba a la cama. No podía conciliar el sueño.
Tras dar vueltas y vueltas, se levantó de la cama y se preparó un vaso de leche caliente.
Algunas noticias en línea llegaron a su teléfono.
Pero, como no le interesaban, estaba a punto de eliminarlas cuando una llamó su atención. El conocido nombre la hizo abrir el artículo.