Novia del Señor Millonario
Cariño, déjalo y ven conmigo
El regreso de la esposa no deseada
Yo soy tuya y tú eres mío
Tesoro de CEO
Mi encuentro con un misterioso magnate
La segunda oportunidad en el amor
La venganza de la heredera genio oculta bajo la máscara
Mimada por el despiadado jefe clandestino
No me dejes, mi querida mentirosa
Mientras caía la noche, el sonido de las cigarras resonaba sin parar, bajo el cielo estrellado. En una villa se podía una figura sentada, mirando el hermoso paisaje frente a ella. "Deja de buscarme. ¡No me iré!".
Louisa Gu se rehusó ante la persona que la llamaba. Ella estaba usando un elegante vestido de seda que no dejaba absolutamente nada a la imaginación. Dejó su celular sobre la mesa y miró hacia la ventana, al tiempo que suspiraba profundamente. ¿Por qué él no había regresado todavía?
¡Pum!
Justo en ese momento, la puerta de su habitación se abrió con un fuerte golpe.
La mujer se levantó temblando de inmediato, y con sus ojos completamente abiertos, debido al miedo.
Entonces, un hombre que vestía un traje negro hizo acto de presencia. Él era alto, con una figura escultural. Cabe mencionar que también era extraordinariamente apuesto, tenía unas cejas negras y oscuras, y unos ojos casi luminosos. No obstante, aquel hombre tenía algo que hacía que la mujer temblara de miedo.
Antes de que ella pudiera siquiera reaccionar, él le arrojó una carpeta.
"Esos son los papeles de divorcio. Fírmalos", exclamó él, casi gruñendo.
El aroma tan característico del alcohol le hizo sentir náuseas al instante.
Louisa sintió cómo el frío se apoderaba de su cuerpo por completo, en el momento en que miraba fijamente el documento que estaba entre sus manos. Ella era incapaz de controlar su cuerpo tembloroso, pero se negaba a ver al hombre directamente a los ojos.
"¿Por qué?", preguntó ella, casi sin mover los labios.
Jacob Gu resopló, y le dijo en tono de burla: "¿Que por qué? ¿Todavía tienes el descaro de preguntarme por qué? De no haberte metido en mi cama, obligándome a dormir contigo hace un año, ¿de verdad crees que mi abuela me hubiese permitido casarme contigo? Si no es fura por lo mucho que ella te quiere, tú y yo jamás estaríamos juntos. Pero, ahora que ella se va al extranjero, es momento de que me dejes. Así que, ¡firma los papeles y sal de mi casa de una vez!".
Tras aquellas palabras, las lágrimas de la mujer comenzaron a caer por sus mejillas. Sus manos no paraban de temblar con el documento aún en sus manos, mientras ella respiraba profundamente, en un intento por tranquilizarse.
Su labio inferior tembló cuando intentó hablar.
"Yo... No quería... Por favor...", tartamudeó ella, sin poder continuar. Aun así, el hombre no mostraba ningún signo de piedad.
"¿No querías qué? ¿Acaso no soñaste con acostarte conmigo desde que eras joven?", cuestionó él.
Luego de hablar, Jacob agarró con fuerza las muñecas de la mujer y la atrajo hacia él, mientras clavaba sus uñas en la piel de su esposa, ocasionando que ella hiciera una mueca de dolor.
"Te a...", comenzó a decir ella.
"¡Cállate!", exclamó él, interrumpiéndola.
Su voz era lo último que él quería escuchar en ese momento.
Entonces, el hombre tomó los documentos, empujándolos hacia los brazos de ella. "¡No quiero seguir escuchando las estupideces que dices! Simplemente, firma", le gritó él, apretando la mandíbula.
Al escucharlo, ella frunció el ceño y afirmó: "¡No lo haré hasta que me digas por qué quieres eso!".
"¿Por qué? ¿De verdad quieres saber la razón?", gritó él, una vez más. "Te odio. ¡Eso es lo que pasa! Así que, si eres lo suficientemente inteligente, firmarás los papeles en este instante. Incluso lo haré muy sencillo para ti. Si no lo haces, me aseguraré de que recibas ni un centavo", informó él.
A Jacob no le interesaba realmente lo que pudiese suceder al final, pues, lo único que quería era que esa mujer se desapareciera de su vista.
Ella jamás estuvo destinada a tener la posición de ser la esposa de Jacob Gu.
Mientras ella intentaba procesar todas las palabras del hombre frente a ella, miles de emociones se apoderaron de su cuerpo. Además, sentía un completo entumecimiento debido al agarre tan doloroso que él le estaba proporcionando. En un momento, reunió toda la valentía que pudo, y se obligó a sí misma a mirar a su esposo a los ojos.
"¡No, no lo haré! Jamás me divorciaré de ti, estaremos juntos hasta mi muerte. ¡No puedes hacerme esto, Jacob!", inquirió ella.
Ante sus palabras, el rostro del hombre se ensombreció de inmediato.
"Bien. Así que, ¿realmente quieres ser mi mujer?", indagó él. Luego, la tomó por la cintura, empujándola hacia su pecho. "Entonces, ¿quieres acostarte conmigo, no es así?", preguntó él, con una voz seductora.
Al tenerlo tan cerca, el fuerte aroma del alcohol impregnó las fosas nasales de Louisa, haciéndole arrugar la nariz. "No, no es eso", respondió ella.
Sus ojos ya estaban completamente rojos, debido a todo el llanto.
"¿Así que no es eso? ¿Acaso no estás intentando seducirme al vestirte de esa manera? Ya que no quieres el divorcio, ¡deberías cumplir con tu deber como esposa! Veamos...", dijo él, acercándose aún más a ella, tal como un depredador mirando fijamente a su presa.
"¿Qué se supone que estás haciendo?", preguntó ella, tartamudeando un poco.
Ella nunca había visto a su esposo actuar de esa manera.
Casi se podían ver las llamas de fuego arder en sus ojos. Si las miradas pudiesen matar, ella hubiese sido llevada directamente al infierno.
Al verlo, ella solo dio un paso atrás.
"¿Qué pasa? Solo estás fingiendo ser inocente, ¿no es así? Has estado esperando este momento durante un año entero, ¿no? Ahora, lo lograste. Si realmente no quieres divorciarte de mí, entonces, tendrás que cumplir como mi esposa".
Luego de pronunciar aquellas palabras, él empujó a la mujer sobre la mesa.
"¡Ah! ¡No!".
Ella gritó con todas sus fuerzas, mientras las lágrimas no paraban de caer de sus ojos.
No obstante, todos sus gritos parecían no ser escuchados por Jacob en el momento en que él le subió la falda hasta la cintura. Aquel pedido de auxilio no logró calmarlo en lo más mínimo.
Ella podía ser capaz de sentir cómo su corazón se partía en miles de pedazos.
"Jacob", jadeó ella, casi sin voz.
"Por favor... Te lo ruego. ¡No lo hagas! ¡Ayuda!", sus gritos se incrementaron cuando él entró en ella de esa manera tan brusca. Las lágrimas recorrían su rostro sin parar, mientras intentaba asimilar el dolor.
Mientras tanto, él le habló en un gruñido: "¿Cómo puedes atreverte a pedir ayuda? ¿Acaso no es esto lo que quieres? ¿No deberías estar feliz? ¡Tan solo tómalo!", exclamó él.
Entonces, el empujó su miembro dentro de ella con más fuerza, y ella continuó gritando. Sus uñas se clavaban de manera desgarradora en la espalda de él, al tiempo que ella intentaba patearlo en el estómago. No obstante, esa continua resistencia simplemente parecía animarlo a seguir. "¿Por qué me haces esto? ¿Es que mi amor no vale nada para ti?", preguntó ella sollozando, al tiempo que lo golpeaba en los brazos pero, aun así, él no se detenía.
A su parecer, ella no valía absolutamente nada.