Ese príncipe es una chica: La compañera esclava cautiva del malvado rey
Mi esposo millonario: Felices para siempre
El arrepentimiento de mi exesposo
Novia del Señor Millonario
No me dejes, mi pareja
Destinada a mi gran cuñado
Regreso de la heredera mafiosa: Es más de lo que crees
Diamante disfrazado: Ahora mírame brillar
Renacida: me casé con el enemigo de mi ex-marido
Extraño, cásate con mi mamá
Alessandra Cavani.
Me miro en el espejo y aún no creo que hoy sea el día de mi boda. Todo fue tan rápido y extraño, que a pesar de llevar el vestido de novia, todavía no me convenzo de que esto sea lo correcto.
Los motivos que me trajeron hasta aquí, los ignoro. Si hago caso a las alarmas en mi cabeza, entonces este paso será más difícil de lo que ya es. De por sí, el contrato que me ata a esta situación es demasiado vergonzoso, no pretendo revolcarme en mi miseria el resto del tiempo que dure este teatro.
—Alessandra, ya es hora. —La voz de Dylan se escucha del otro lado de la puerta y mi corazón se acelera con solo saber que está cerca.
«Concéntrate, por favor», me reclamo, porque tengo que mantener el control.
—Hagamos esto de una maldita vez —exige, sin atisbo de dulzura o suavidad, su tono es duro y resentido.
En realidad, no entiendo los motivos que lo hicieron proponerme tal cosa, si a la vista está que no es algo que desee. Supongo que, como yo, él gana algo importante con esto.
Yo lo hago por mi nono, la única persona por la que aceptaría algo así, para que me vea felizmente casada antes de que su enfermedad se lo lleve de este mundo. Mi vida ha sido un poco diferente a lo que él quería para mí, pero mi felicidad estaba por encima de sus deseos y nunca puso una negativa para que yo cumpliera mis sueños.
Ahora estoy aquí, mirando mi reflejo y el poco brillo de emoción en mis ojos es difícil de ocultar. Pero soy actriz, mi pasión es mi mejor habilidad y esta vez, me toca hacer mi mejor actuación.
—¿Alessandra? —insiste, con tono irritado. Lo acompaña con unos toques seguidos en la puerta.
—Ya voy —respondo—. Ya estoy lista.
Un segundo de silencio, un segundo en el que mi corazón deja de latir.
—Más vale que así sea.
Ahogo un suspiro y con un último vistazo, me levanto de la silla y me dirijo a la puerta. Voy dispuesta a cambiar mi vida, a fingir que es el día más feliz de toda mi existencia.
***
Desde mi posición en la mesa de los novios, miro a mi alrededor. La fiesta está en su apogeo y a mí me duele la mandíbula de tanto sonreír por obligación.
Dylan no ha estado mucho tiempo a mi lado y la verdad, lo agradezco. A pesar de que este matrimonio es la comidilla de la sociedad, porque al fin el playboy millonario más codiciado decide dejar su vida de soltería nada más y nada menos que por una actriz de cuarta, la idea es que todos crean que es real; pero su actitud, ha dejado mucho que desear. Su expresión debería demostrar felicidad, sin embargo, dista mucho de eso; ante mi cercanía, más frío y falso no puede verse. Lo único bueno en todo esto es que, entre los invitados, no hay nadie que me conozca; no, al menos, personalmente. La mayoría de los presentes pertenecen a la alta sociedad y, por supuesto, solo conocen a la actriz de quinta categoría Alessandra Cavani, que se rodea de escándalos y problemas todo el tiempo.
«Eso es lo que ven en mí». Y solo se obligan a sonreírme, porque mi nuevo y flamante esposo pertenece a una de las familias más poderosas de la ciudad.
—Alessandra…
Escucho que me hablan y miro detrás de mí, de donde proviene la voz. El hermano de Dylan me sonríe, con una expresión en su rostro.
—Puedo llamarte así, ¿verdad? —pregunta y yo asiento. La sonrisa se acentúa y extiende una mano para tomar la mía—. Bienvenida a la familia.
—Gracias —susurro, con un sentimiento de culpa instalado dentro de mí. Toma mi mano y baja su cabeza hasta que deja un beso que no me hace sentir cómoda, me provoca escalofríos. Le dedico una sonrisa y para evitar mayor incomodidad, agrego—: Por favor, una disculpa, necesito ir al servicio.
No le doy tiempo a replicar y escapo del lugar sin mirar atrás. Me escabullo entre los invitados, dispuesta a encerrarme unos minutos en el baño. A Dylan hace un rato que no lo veo y no creo que tenga problemas si hago lo mismo que él. Me encierro en uno de los servicios y agradezco que mi vestido de novia sea sencillo para pasar desapercibida.
Suspiro con alivio unos pocos segundos, pero me dura poco, cuando la puerta del baño se abre y se escuchan dos mujeres conversando sin mucha discreción.
—Nunca creí que tu hijo sentara cabeza, ¿crees que su actitud de play boy desaparezca ahora que está casado?
Intento no hacer ruido, para no delatar mi presencia, no está de más saber lo que piensa mi recién adquirida suegra de este matrimonio.
—Dylan solo ha sabido darme problemas. Si por mí hubiera sido, se hubiera casado con alguien más, no con esa broma de actriz que se buscó como esposa —señala la madre de Dylan, con desagrado—. Me avergüenzo de solo pensar en la cantidad de escándalos en los que ha estado metida. Solo espero que esto no traiga malas consecuencias para la familia, me moriría de un disgusto.
—Dylan sabrá ponerla en su lugar, de eso no tengo dudas —responde, la mujer que la acompaña y de quien no reconozco la voz—. Pero sí es muy raro que con la vida que llevaba, terminara enredado con esa mujer. Algo hizo ella, alguna artimaña, estoy segura.
Por supuesto, el problema siempre será la mujer. Me indigna la forma en que nos hacemos menos entre nosotras mismas, solo por un hombre, un estatus social o solo por quedar bien.
«Hipocresía en su máxima expresión».
Espero la respuesta de la señora O Conell, pero nunca llega. Solo escucho el agua correr por unos segundos, silencio y por último, el sonido de la puerta al cerrarse. Suspiro con alivio y trago el nudo en mi garganta. Aunque soy consciente de lo que todos piensan de mí, igual escuece como una herida abierta a la echan sal. Salgo del baño y me acerco al espejo más cercano, practico mi mejor sonrisa y decido salir de una vez, esconderme no es la solución.
Salgo de la habitación y no he dado dos pasos cuando Dylan intercepta mi camino. Me choco contra él sin poder evitarlo, impacto con su cuerpo duro y sus manos me sostienen por la cintura antes de caer al piso. Por unos eternos y extraños segundos, nos miramos a los ojos. la sangre bulle en mi cabeza y mi corazón late demasiado rápido.
Solo cuando las personas a nuestro alrededor comienzan a celebrar el “amor que sentimos”. Su mirada profunda cambia y se convierte en la dulzura más falsa que jamás he visto. Su sonrisa llega, pero el brillo de sus ojos desaparece por completo.
—Te estaba buscando, necesito que revisemos algo. —Sus ojos azules me escrutan con molestia e irritación contenida.
El rictus en su boca me hace fijarme en sus labios y por unos vergonzosos segundos, me quedo perdida en ellos. A mi mente regresa ese instante en el que el trámite se completó y nos besamos como parte de la ceremonia. Me mortifica que, a pesar de todo, yo haya sentido más de lo que debo con ese ligero contacto entre nosotros.
—Vamos, que es para hoy —presiona, con tono grave y duro. Pero vuelve a poner su sonrisa en cuanto gira hacia el salón.
Su mano se acomoda en mi espalda baja y no puedo ocultar el estremecimiento que me recorre. Atravesamos el salón sin detenernos ni una sola vez a tratar con los invitados; Dylan nos lleva hasta una oficina a pocos metros del salón donde se desarrolla la fiesta. En cuanto cierra la puerta, desaparece el esposo amable que me trataba con educación.
—Sobre la mesa está el convenio de divorcio. Léelo y fírmalo —indica, con menosprecio—. Ya yo hice mi parte.
«Espera…¿qué?».
—¿Cómo? ¿Divorcio? —pregunto, exaltada y nerviosa. Esto no fue lo que habíamos acordado.
Dylan alza una ceja, irritado con mi reacción.
—No te sorprendas, sabes que todo esto es más falso que tú. —Su ofensa me daña, aunque lo disimulo—. ¿Qué esperabas?
—No…no lo sé —tartamudeo mi respuesta, porque de verdad me tomó desprevenida.
Este matrimonio no me aporta nada a lo que quiera aferrarme, pero si solo dura menos de una hora, mi abuelo sabrá que todo fue una farsa; le dará un infarto fulminante y nunca me lo perdonaré. No puedo hacer esto todavía.
—Por favor, Dylan…yo…
—No vengas con tus juegos otra vez, firma el maldito papel —interrumpe mi ruego. No alcanzo a entender las razones por las que él me trata como lo hace, pero no voy a perder mi tiempo preguntando—. El acuerdo prenupcial separa todos nuestros bienes, no tocarás nada de lo mío, si era tu interés.