El teléfono sonó, rompiendo el silencio ensordecedor de la sala de espera del hospital, trayendo la noticia más desgarradora: mi pequeño Juanito estaba en el quirófano, luchando por su vida.
Mi esposa, Sofía, la madre de nuestro hijo, no estaba a mi lado; en cambio, su voz helada y acusadora me golpeó con una crueldad inimaginable por teléfono, culpándome del accidente.