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Capítulo

Siempre será romántico leer o escuchar historias de amor, lo trágico será que no siempre tengan un final feliz. Julián un ser tranquilo, y ella una indomable.

Capítulo 1 Obviam

Este es el principio de dos vidas pasadas el cual su primer encuentro fue pleno y fugaz, sus ojos brillan, sus almas bailan al mismo ritmo y está es su historia.

Primero está el Príncipe Julián, hijo del Rey Lucas, del Reino June. No muy bueno para aprender cosas del feudo, o es lo que pensaba su padre. Aún así trataba de enseñarle todo lo que podía y sabía. El príncipe Julián amaba el arte, desde pintar grandes murales, leer algunas obras famosas, escribir bellas poesías, coleccionar cualquier tipo de esculturas hasta crear sus propias obras de arte sólo de barro. No había día que no pase en el salón, no sólo escondiéndose de su padre sino que también ocupado en su oficio. Su madre había fallecido cuando nació, apenas tenía un retrato de ella colgando en su salón. La piel de la Reina asimilaba un brillo acompañado de un color claro, suave y delicada, ojos muy grandes, saltones y prominentes, su boca era fina y sus cachetes muy rosa. Al igual que su hijo amaba el lugar y todo dentro de este. El Rey Lucas era muy estricto, pero también amoroso con su hijo, después de todo era lo único que tenía y quién reinaría algún día.

Era domingo por la mañana cuando él se disponia a cumplir uno de las pocas tareas que su padre lo involucraba, así que lo mandó a llamar al salón principal.

—¿Qué sucede, Padre? —por poco resbala en los escalones al bajar, ya que iba de prisa— Perdón, estoy de apuro, voy al mercado.

—Eso puede esperar— dice el Rey sosteniendo una invitación en sus manos y extendiéndosela— Necesito que vayas al Reino vecino, harán una fiesta y no podré ir.

—¿Dónde los Voltrai? — cuestiona amargamente.

Conocía el reino había ido algunas veces de manera incógnita por pinturas y arcilla.

— ¿Tiene que ser hoy?— inquiere algo molesto—Ya tenía planes hoy.

—Las pinturas no se irán a ningún lado, Julián.— se levanta para salir del salón y pasa junto a él tocando su hombro—Si no creerán que somos desconsiderados ante su invitación. Por favor sé puntual, a las 7. —es lo último que dice antes de salir.

Un poco más tarde, ya cayendo el sol. El príncipe sale en su caballo negro a quien nombró Lito y tenía casi la mitad de su edad.

El castillo de la familia Real Voltrai era enorme, jamás lo había visto por dentro, pero seguro seria hermoso como aparentaba por fuera. En el salón de baile había muchas personas, desde reyes hasta guerreros y algunos pueblerinos disfrazados con un buen traje, se notaba por lo que imitaban la manera de comportarse de los de alta clase. Pero no le pareció extraño a Julián, él había convivido muchas veces con gente del pueblo y no era como la realeza juzgaba, tenía algunos amigos entre ellos y conocidos también, pero la mayoría no sabían que sería el próximo heredero del trono en el Reino vecino.

Al entrar se dirigió a saludar a la realeza.

—Hijo del Rey Lucas, Príncipe Julián— menciona el guardia delgaducho que lo acompaña hasta el altar.

El príncipe hace una reverencia.

—¡Oh Vaya! — exclama el mismísimo Rey Hugo Voltrai acercándose para abrazarlo— Eres todo un hombre, Julián. ¿Dónde esta tu padre que no lo veo?

—Envía sus disculpas, no pudo venir, tenía asuntos con el clérigo — Julián mira detrás del Rey para saludar y éste se hace a un lado para que el Príncipe conozca a su familia.

—Déjame presentarte a mi esposa Aurora y mi hija Cassandra.—estas se levantan y el principe vuelve hacer una reverencia y se acerca para besar su mano delicadamente.

La princesa tenía una hermosa cabellera rubia, y pómulos rosas. Por otro lado, su madre era de cabello moreno y ojos muy pequeños.

—Mucho gusto— responde la princesa con mucho carisma.

—El gusto es mío, princesa— sonríe un poco y se dirige a la Reina — Es usted mucho más joven que lo que dijo mi padre.

—Que niño más educado y modesto— la Reina muestra su perfectos dientes y el comentario de Julián hace que se sonroje.

Cassandra y Julián hablaron casi toda la noche y en una ocasión bailaron, claro que ambos eran muy malos para hacerlo, pero eso no impidió que se divirtieran. Tenía muchas cosas en común que era agradable para ambos, dándose cuenta de la bonita amistad que tendrían cuando ambos sean Reyes de sus respectivos Reinos.

A la mañana siguiente lo que había aplazado Julian tenía que ponerlo en marcha , primero ir al pueblo a vigilar los puestos del mercado, revisaba si los mercaderes estaban contentos con sus ventas y que no hubiera ladrones rondando. Luego, a ver los barcos que llegaban con pesca, los capitanes debían decirle cuánto habían recogido mar adentro desde hace un mes. Cuando el sol estaba por meterse regresaría a su casa sin desviarse, o eso pensaba ya que cuando llegó a medio camino se percató que el puente que frecuentaba había caído y debía rodear el bosque. Solía derrumbarse ocasionalmente, cuando los del pueblo pasaban con sus carrozas pesadas.

Lito iba cansado, lo había hecho galopar lo más rápido que pudo para que llegaran antes de la noche. Julián por un momento se preocupo de que el caballo se desplomara en medio camino, así que decidió bajarse para que descanse unos minutos . No faltaba mucho para que el sol termine de meterse en el horizonte, el bosque se escuchaba tranquilo y había una brisa leve. Tan pronto como el caballo tomó agua, volvió a montarlo, galopando unos metros escuchó que alguien gritaba a lo lejos.

—¡NO! — exclamaba voz.

Julian no distinguía si era mujer u hombre, entonces volvió a bajarse para descubrir de donde provenía aquella voz, que acercándose cada vez más llevaba detrás de unos arbustos viejos.

Era una chica, tenía alrededor de sus manos una cuerda, con las cuales intentaba halar un caballo capa bayo oscuro, tratando de domarlo, pero a la vez parecía que tenía todo controlado. El Príncipe se fijó de nuevo en la chica, su cabello era largo, negro como el carbón y ondulado, portaba un vestido desgastado color vino con botas negras muy viejas.

—Maldita sea, quédate quieto— le hablaba al caballo y luego gritaba. —¡YA! ¡POR FAVOR!

Julian pensó por un rato en ayudarla, no quería estar más tarde dentro del bosque, definitivamente se iba a perder. Sin embargo, se dijo a él mismo que ella podría estar en problemas si la dejaba aquí.

—¿Necesitas ayuda? —sale detrás del arbusto halando su caballo y la saluda con la mano.

Ella se asusta cuando lo escucha y niega con la cabeza, sigue halando del caballo e intenta montarlo sin caerse.

—Ten cuidado— le advierte Julián e intenta acercarse sin que el caballo lo aplaste. —¿Por qué está tan salvaje? ¿Es tuyo?, ¿no?

La chica termina por subirse al caballo y asiente. No quiere mantener mucha conversa puesto que acabe de robarse el caballo, así que solo le sonríe al Príncipe antes de irse cabalgando.

—Fue raro eso— vuelve con Lito y lo acaricia. Alza la cabeza para ver el cielo, el cual se oscure poco a poco— Genial, ya no llegamos. Será mejor que nos quedemos aquí.

Mira alrededor y puede deducir que está en un bosque de coníferos, habían cerca pinos, cedros, cipreses y secuoyas. Aún así el cielo alumbraba el lugar, y la luna menguante ya casi estaba formada en el cielo rizo, así que no estaba tan oscuro. Ya acomodando su capa para que el suelo no sea tan rasposo por la tierra escucha el galope de un caballo muy cerca. Lito también se sobresaltó y relincho, rápidamente se levantó a calmarlo.

—¿Estás perdido? — la voz sale de los cedros mas cercanos haciendo que el Príncipe agarre con fuerza la espada que le guindaba a un costado de cadera.

—¿Quién eres? — pregunta él sin tener aún visión de quién hablaba, enseguida de las sombras sale la doncella del caballo. Suelta la mano de su espada, no tenia por qué preocuparse al parecer.

—¿Quieres ayuda?—la doncella pregunta sin responder a la suya.

Cuando se subió al caballo y lo dejó atrás, pensó que era algunos de los que acompañaba la caravana donde había robado el caballo. Así que subió al caballo y corrió, pero al darse cuenta que no la seguían, decidió regresar y pudo ver que solo era un simple pueblerino hablando con su caballo.

—Uhm— duda por un rato, aunque sea mujer no baja aún su guardia por completo. — si

—¿De dónde eres?

—Del reino que está cerca— replica, pensando si confesarle que él era el Príncipe.

"La gente se comporta muy extraño cuando sabe que mi papá es el Rey. "

—¿Vives en el Reino del Rey Lucas? — inquiere recordando las personas a quiénes no le gustarían verla por allí. Agradeció no haber visto a éste alguna vez en ese reino.

—Si.

—Bueno esta hacia allá— señala en dirección hacia los enormes robles de la esquina. "Al menos ya sabía hacia adonde debía dirigirse"—Pero ya es tarde, si quieres te llevo a mi casa.

—Eres una completa desconocida. — contesta sin pensar en la oferta. Claro que era un poco desconfiado, aunque aquella doncella no aparentaba tener malas intenciones.

—Cierto—ella se encoje de hombros y da la vuelta para caminar hacia los coníferos para buscar su caballo— Entonces suerte.

Julián cae en cuenta que es una gran equivocación, para mañana puede estar ya muerto, el bosque era conocido por tener osos enormes rondando por allí. Desata a su caballo del árbol y lo jala siguiendo a la chica, cuando está del otro lado ve como ella se sube a su caballo y echa andar.

—¡Espera! — grita montando a Lito. Intenta alcanzarla, pero su salvaje es más rápido que el suyo.

Por otro lado, ella ya sabía que aquel joven venía detrás, así que apresuró a su caballo. Solo de pura diversión, parecía un ca¿'ballero del reino, por su traje, seguro era de los que escoltaba al Rey.

—Vamos Lito— susurra él y hala sus riendas más fuertes. — Si no la vamos a perder.

Pasan un pequeño riachuelo, más arboles, un par de casuchas con sus respectivas lámparas de aceites. Mientras más avanzaban, menos se le hacia desconocido el lugar, no había estado nunca en los alrededores. Ya galopando junto a ella, mantenían la marcha, pero ella solo le sonreía para volver a dejarlo atrás. No pasa mucho para cuando ella se detiene en una casita pequeña con chimenea.

—Eres muy lento— dice ella bromeando.

—Tu caballo es muy rápido— justifica que se haya quedado atrás en la carrera mientras se baja del caballo.— Lito ya esta viejo.

—A la próxima cambiamos de caballo— propone y vuelve a sonreír.

—¿Vives aquí? — pregunta aún desconfiado.

—Es lo que hay— lo mira fijamente— sino puedes volver a poner tu capa en el suelo y dormir — señala el oscuro bosque.

—No me refería a eso— no le hace caso a su comentario rudo, y decide mirar la casa completamente. —Parece acogedora.

—Gracias. —señala el palenque para que amarre a Lito, junto al de ella.

—¿Vives sola? — pregunta mirando hacia dentro desde una ventana.

—No tienes que ver por la ventana, puedes pasar— dice sarcásticamente mientras abre su puerta.

—Aún no me dices tu nombre.

—Samaria, y ¿tú? — se quita su capa y la pone sobre un clavo en la pared. Julián logra ver el arnés que lleva en la espalda, dos espadas pequeñas y muy filosas, las pone sobre junto a la capa, como si fuera un sombrero. Julián desvía la mirada antes de que ella se dé cuenta.

Y luego está ella una jovencita solitaria, que vivía sola, nunca conoció a su madre y hace unos años su padre se fue como ayudante de un barco, pero jamás volvió. Se cansó de esperarlo después de que pasaban los años y no regresaba. Desde ahí se ha mantenido ella misma, le gusta robarles a mercantes en el camino y en los Reinos vecinos cuando entra a escondidas, ya que su rostro es muy conocido.

—Julián.

—Bien, Julián— se acerca a la chimenea para encenderla, no le toma mucho tiempo, parece experta en saber como hacerlo. — Dormirás en esa esquina.

Julián empieza a ver alrededor, la casa es muy pequeña, del "tamaño de su guardarropa" piensa. Junto a la chimenea solo hay una armario cerrado donde se supone deben haber ropa. Dos muebles viejos y empolvados, ella se acerca y los sacude con un trapo para poder sentarse. La cocina esta solo cruzando la entrada, unos fogones viejos y quemados, con ollas sobre ellos, limpias al parecer. Muchos banquitos de madera y herramientas de fierro y un metal desconocido para él. Varias monturas de caballo, lo que le pareció sospechoso ya que solo tenia uno. Un par de sillas de madera con una mesa añeja. Y por ultimo un baúl antiguo cerca de la cama que esta al otro lado del cuarto.

—¿Segura? — pregunta y mira alrededor, ya que solo ve una cama— y ¿tu?

—Aquí— camina hasta el armario que estaba cerrado, donde saca una frazada enorme, la cual estaba sobre una colección de herramientas de cerrajero y armas para pelear, más al fondo, casi invisibles a la vista.

Se ve pesada así que la ayudo a cargarla, mientras ella mueve los muebles viejos para hacer espacio en el suelo.

—Deja que yo duerma aquí, no puedo tomar tu cama— acomoda la cobija como lo hacia con su capa en el bosque y se sienta sobre ella.—No te preocupes, estaré bien.

—Esta bien— acepta la cortesía y se acerca a su pequeña cama para quitarse las botas.— Intenta dormir, mañana muy temprano te llevo al Reino. ¿Necesitas algo?

Julián sigue sentado sobre la frazada con las piernas recogidas, mientras piensa en que su padre estará muy preocupado si no aparece esta noche.

“Ojalá no envíe toda la guardia a buscarme”

—Creo que te perdí— susurra Samaria.

—¿Ah? — pregunta el Príncipe sacándose sus botas, despeja de sus mente si su padre esta o no preocupado.

—¿Estas preocupado? ¿Por tu familia? — su expresión lo revela, por ello pregunta.

Julián asiente.

— Si un poco.

—¿No sabían que saldrías?.

—Si, mi padre me envió al embarcadero para que revisara los...— deja de hablar al darse cuenta que casi se delata

Ella lo mira, esperando que siga hablando, levantando una de sus cejas.

—Descuida, antes del medio día de mañana estas con tu familia— sonríe y luego dice malvadamente. —Así que duerme que no te voy a sacar los órganos o algo así.

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