En las sombras de un mundo que avanzaba a pasos agigantados hacia la modernidad, Adrian Mortem nació bajo el manto de una antigua y venerable familia de vampiros, los Mortem. Ocultos a plena vista en una mansión gótica en las afueras de Nueva York, los Mortem mantenían una fachada de aristócratas de viejo dinero, mientras en secreto perpetuaban las tradiciones y poderes de su linaje.
Desde muy joven, Adrian fue instruido en el arte de la discreción; un niño prodigio con una doble vida, asistiendo a escuelas de élite durante el día y aprendiendo los antiguos rituales de su familia por la noche.
A medida que crecía, su fascinación por el mundo humano lo llevó a interesarse por la biotecnología. Adrian veía en la ciencia una posibilidad de cerrar la brecha entre su mundo y el de los humanos. Fue aceptado en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), donde no solo brilló por su inteligencia, sino también por su carisma enigmático. Durante su tiempo en el MIT, comenzó a desarrollar tecnologías que pudieran beneficiar tanto a humanos como a vampiros, soñando con un futuro de coexistencia pacífica.